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El municipio sevillano acoge este fin de semana la tercera edición del festival ‘Flamenco en la Frontera’, una cita que renueva los clásicos festivales veraniegos.

Los altos de la plaza de abastos volvieron a llenarse en la noche del viernes para disfrutar de la actuación de Arcángel y su grupo. Y esto no es sólo una observación, sino la prueba de que en su tercera edición, el festival ‘Flamenco en la Frontera’ se consolida en su visión renovada de los tradicionales festivales veraniegos.

En una localidad tan flamenca y a menudo retrógrada como Morón, ha germinado una cita que desenmaraña la caótica oferta de las citas más consagradas, como la de su paisano el ‘Gazpacho Andaluz’. Fernando González-Caballos es el promotor de este festival que ha sintetizado una propuesta alternativa con un sistema sencillo pero efectivo: programar durante todo un fin de semana a grandes artistas como plato único. Si bien en años anteriores cada uno de los tres días contaba con una dosis de toque, cante y baile, este año, y debido a las ya familiares dificultades económicas, se han repartido las tres modalidades en un día exclusivo.

Los artistas elegidos exponen a las claras el sentir de este nuevo modus operandi, que poco a poco va contagiando a los festivales más veteranos. Raimundo Amador abrió la programación el jueves. Un artista trasversal, tradicional en el toque flamenco y pionero de la fusión, amable y cercano para públicos diferentes.

En la guitarra de Raimundo Amador confluye buena parte de la historia musical de nuestro país y Morón es de algún modo el origen de ese milagro musical que se llamó ‘Pata Negra’. La familia gitana de los Amador recoge el legado guitarrístico de Diego del Gastor (gurú del toque moronense) para fusionarlo con el rock y el blues que los militares americanos de la base cercana contribuyeron a introducir en el remoto sur de la Transición.

El viernes noche, de nuevo a los pies del castillo y envueltos en el aroma del tomillo, Arcángel deleitó con su concepción única del recital flamenco, que nos remite a su maestro más preciado: Enrique Morente. La precisión y la dosificación de la emoción son las guías de este raíl ondulante, en el que Arcángel nos es sino el centro de una maquinaria perfecta, la que componen las guitarras de Miguel Ángel Cortés y Dani de Morón, con el combustible inacabable del compás de los Mellis.

No obstante, y a pesar de la decidida entrega del maestro onubense, el protagonista emocional de la noche fue Dani, que aún evitando destacar, tuvo que recibir inevitablemente el cariño de ese otro Morón al que él alude en su primer disco, el mismo que se congregó anoche para reconocer el éxito de este joven que se sitúa a la cabeza de los guitarristas de hoy con unas formas nuevas, que no se limitan a reproducir el sistema archiconocido que impera en su tierra. Lo mismo que pretende este festival que el sábado cierra su mejor artista local: Pepe Torres.

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