Día a día vivimos el desarrollo de nuestras vidas en un entorno que sin duda alguna nos influye enormemente en todo lo que hacemos. Tendemos a aceptar la ola social y el giro ideológico con cierta naturalidad, e incluso, lo justificamos en cierto grado.

Do I?

Obviamente, que alardeemos de las glorias y los bienhechores de dichas corrientes no implica que vayan a ser un progreso para el bienestar general de la sociedad, muy al contrario, suponen un retroceso en derechos obtenidos durante los últimos doscientos años: libertad de expresión, de prensa, de asociación, individual, colectiva…

Ahora en la saliente capital económica de Europa, London, el Prime Minister ha saltado con otra de sus geniales ocurrencias: equiparar su sistema migratorio al de Australia. Seguramente que el inglés sea la lengua oficial, que el tamaño del Reino Unido sea significantemente inferior al de la isla austral, que tengan zorros en vez de koalas, aparte de  la diferente situación geoestratégica no han supuesto ninguna diferencia notable para tan absurda homologación.

“Inside out”

El fomento de la migración de guante blanco y  de calidad en detrimento de las clases populares es un acto de aporofobia en mayúsculas. Solo con dinero.

Este gesto puede ser respondido hasta el punto que muchos británicos vean las puertas cerradas para emprender una vida fuera de sus fronteras. Cuando un estado se mira al ombligo, sus estómagos se vacían. No lo digo yo, está escrito en la historia, la cual es cíclica porque los humanos nos empeñamos en repetir una y otra vez.

Con contrato de trabajo, alta cualificación y salario de 35.000 euros para obtener una visa post-Brexit.

Really?

Con esos requisitos el fish&chips nunca hubiera nacido de las populares cocinas sefardíes que huían de las manos de los fanáticos monarcas católicos.

La selección inglesa de fútbol no podría alinear al 60% de sus jugadores, al igual que el rugby. Las medallas olímpicas de London 2012 y Río 2016 descenderían enormemente. Las tiendas que han movido la economía inglesa nunca lo hubieran hecho y así un largo etcétera.

Las barreras son muros, estos sirven para segregar. La creatividad y los genios no salen de las cunas de oro, son el entorno y los retos que los afianzas y desarrollan sus destrezas, además de un estado que ayude, colabore o financie el reconocimiento a ese talento. Aislarse solo es el primer paso, luego aislarán a las comunidades, a los barrios, a los colegios, a las universidades… ¿Nadie ha leído cómo era la vida antes del estado social británico, antes de 1945? ¿A eso vamos otra vez? ¿No nos duele en el forro del corazón que discriminen a tu prójimo porque no vino antes del Brexit? ¿Tiene el Reino Unido con menos 400.000 km2 y 60.000.000 millones de habitantes las mismas condiciones para aplicar un sistema así que Australia, con una extensión de 7.740.000km2 y solo 25 millones de habitantes?

“In for a penny in for a pound”.

El sostén de la economía británica ha estado desde los años 70 muy ligada a Europa. La balanza comercial es negativa para ellos, 10% exportación y 50% de importación. ¿Hay un hueco grande por cubrir? No han conseguido, a día de hoy, ningún acuerdo con nadie.

En cambio, en los pueblos de Andalucía, la comunidad sigue viva. El desempleo es alto, la precariedad también, pero la ola de racismo no ha cuajado aún en las clases populares y medias como en las islas Británicas. Eso dice mucho de un país. En cierta medida se resiste a volver al tiempo del blanco y negro. Quizás le falte más apoyo a esa calle, como en los años 70 y 80, pero ahí seguimos. Nuestras escuelas son centros de convivencia y Andalucía vuelve a ser multicolor como en la época de la Bética, Al-Andalus y como puerta de América en su conquista. Ni decir que eran otras épocas con otros problemas, pero con el devenir hemos llegado a este presente.

Cuando veo la Fundación Blas Infante decir que “en Andalucía no hay extranjeros” y la comparo con otras similares de otros territorios pienso: somos solidarios.

La integración es bastante asequible en Andalucía porque a poco que apreciemos un cariño hacia nuestras costumbres, nos nace la curiosidad de las suyas y luego buscamos el común denominador: Mediterráneo, latín, lengua española, no la castellana, personajes históricos…

El caminante hace camino al andar, pero ese recorrido lo hace con una sonrisa, unos “buenos días”, la confianza de comunidad da un abrigo socializado que invita al encuentro de las personas.

Creo en mi pueblo, en tu país y en nuestro planeta,  solo tenemos que cooperar y ser solidarios. Pero, al igual que yo, sabes que en un sistema neoliberal no es posible. Y están usando a la extrema derecha para cubrirlo: dame pan y dime tonto. A la Razón y a la Humanidad solo la combaten con la fuerza, la sangre y la ignorancia.

“Indeed”

¿Nos decidimos a cambiar de sistema o a ser engullidos?

Tú eliges.

Natural de Sevilla; en la Rábita, el mar me bautizó; aprendí a caminar y hacer travesuras como cazallero; en Dos Hermanas la escuela me dio alas, la Hispalense un motor; luego en México, bravura y...