Vivir en una ciudad con personas de todos los rincones del mundo te permite conocer de primera mano otras costumbres que en Andalucía se extirparon a base de fuego, sangre y deportación, en su mayoría; otras son anecdóticas y  ultraminoritarias, si acaso.

Lejos de valorar si es mejor o peor,  quiero relatar una serie de anécdotas que han sucedido en esta ciudad-región británica.

En primer lugar, principalmente los que tenéis hijos habréis comprobado cómo ellos van haciendo amistades y empiezan a crear un entorno social dentro de sus límites.

Si a eso le añades que de los 50.000 andaluces que estamos en el Reino Unido apenas tenemos familiares cercanos para visitar o que nos den soporte cuando la ajetreada vida laboral lo impide, dado el caso, tus amigos más cercanos ocupan ese espacio. Entonces empieza el intercambio cultural gastronómico al mismo tiempo. Tu hijo te comenta que en casa de Zaira no comen cerdo pero el pollo está riquísimo, que el pan se parece al de “nosotros”, obviamente el pan desde fuera de Despeñaperros, siendo educado, es diferente.

 En casa de Aurora bendicen la mesa con una serie de rezos que los niños identifican como un canto ininteligible, después se parte el pan de una manera concreta, no se puede mezclar la ternera con el queso, así que no comen pasta boloñesa y el marisco no está autorizado por el libro. Los viernes Martina siempre trae en el pack lunch (cesta del comedor del colegio) pescado, porque la Biblia no permite comer carne. En los cumples, en casa de Shahid, las tartas son eggless (sin huevos), solo comen verduras,  muchas más que en  Andalucía, ni imaginamos que existen y las veríamos como alienígenas.

Por supuesto también están las casas de esos amigos en las que no se cocina porque en el congelador hay de todo: pizza, hamburguesas, palitos de merluza, arroz con no sé qué y así hasta el infinito. Son las más frecuentes y su gastronomía es neoliberal consumista de todo precocinado.

“it gives me the goosebumps”.

Hay una merienda que a todos los chiquillos les encanta cuando vienen a casa, la merienda andaluza por excelencia me atrevería de decir, es el pan con aceite y azúcar, aunque personalmente prefiero con sal. A todos les gusta y les da igual que sean de una tendencia o religión, estrictos o a media tinta ya que cumple con todos sus variopintos reglamentos gastronómicos, porque un zumo de naranja más un trozo de pan con aceite y azúcar (o sal) está de muerte.

“It i son the house”.

Ya en casa, cuando le preguntas a tu hija cómo le fue, qué hizo y si se lo pasó bien, te relata todo su día y empieza con las novedades que más le han llamado la atención, como la comida. Y comienzan los por qué no comen esto y aquellos si lo hacen pero los otros no, y nosotros por qué comemos de todo y para qué valen esas reglas para comer una fruta, un bocadillo, lagrimitas de pollo (nuggets), o una baguette con jamón, de Jabugo o de los Pedroche si es posible.

Lo importante es tomar un punto de referencia, le decimos que nosotros somos una familia que no tiene un credo basado en ninguna mitología y por lo tanto no nos influye en nuestra alimentación, la cual intentamos que sea lo más sana posible y de un consumo responsable con los productos que compramos.

Posteriormente le explicamos que la mayoría de sus compañeritos que profesan religiones  son monoteístas, es decir, un solo “Dios” y  que todas ellas tienen aspectos comunes.

Kashrut o Kosher es un término hebreo que se refiere a lo “correcto” o “apropiado”. Los productos deben ser elaborados según la agencia propia reguladora hebrea y lleva un sello identificativo. No hay supermercado en London que no tenga su amplia sección.

Halal es lo “permisible” pero tiene su otra interpretación que es el Haram qué es lo prohibido. La marca Halal es la usada en los productos cárnicos, obviamente nada de cerdo al igual que Kosher. No hay empresa Andaluza que no exporte su salchichón, chorizo, lonchas pero de pavo con sellito Halal.

Existen en la inmensidad de diferentes ritos musulmanes, no árabes que esos viven en la península arábiga, una escala diferente al término Halal según la interpretación del Corán: obligatorio, recomendado, neutro, ofensivo y prohibido.

Para cierto cristianos, los católicos polacos e irlandeses me refiero, con quienes tengo cercanía, el respeto a la ortodoxia más reaccionaria es indiscutible y más estricta que en un pueblo perdido de Ávila, España, en los años 40. Tanto, que entre risas consideran malos o herejes a quienes comen carne los viernes. Les he recomendado que no vayan el viernes de Dolores a Andalucía porque entre el contraste del ambiente que se vive en la calle y lo que se come en los bares les daría un soponcio.

“What a palaver!”

Por último, me gustaría referirme a un grupo mayoritario de vegetarianos de religiones politeísta o sin dioses, procedentes de la India, mayoritariamente budistas, hindúes o sijs.

Singularmente no comen carne porque actúan en consonancia con el entorno. Oficialmente los Sijs son lacto-vegetarianos. Los budistas, dependiendo de su rama, suelen ser vegetarianos. Los hindúes tienen prohibida la carne literalmente porque aplican la Ahimsa, la no violencia contra nada.

Al final, como el tres en raya, en cada casa tienen sus propias reglas.

Hoy en London esto te lo encuentras en el patio del colegio, en una actividad extraescolar o en uno de los tantos parques frondosos y maravillosos. Responder con naturalidad y buscar el conocer al vecino ayuda a crear comunidad y un ambiente sano y de respeto.

Los críos suelen entender mejor que los adultos esas diferencias que al final sólo son superficiales, ya que les trae sin cuidado lo que coman en casa de unos o de otros. Somos los adultos con nuestra arrogancia y afán de superioridad  los que les fomentamos esas diferencias,  categorizándolas entre “lo mío bueno” y “lo suyo malo”.

Disfruten de un buen plato que le ofrezcan, ya que muchos seres humanos no tienen nada que comer cada día y no miren tanto la alaja, el colgante, el punto pintado en la frente, o la barba. La humanidad se hace entre todos.

“About time”.

Natural de Sevilla; en la Rábita, el mar me bautizó; aprendí a caminar y hacer travesuras como cazallero; en Dos Hermanas la escuela me dio alas, la Hispalense un motor; luego en México, bravura y...