/ Ben Ingham

Decepcionante, todo lo que no esperamos y que llega a nuestra vida es así. Si lo que llega de forma inesperada es bueno es decepcionante porque nos sabe a poco, si lo que nos viene malo llega de forma imprevisible nos decepciona porque tendemos a pensar que no nos lo merecemos, que no es de Dios, qué haríamos para merecerlo; si todas las mañanas mojo y seco cinco veces la bolsa de te, cada noche me santiguo cinco veces, «gracias» es la palabra que mas repito al cabo del día y siempre agarro la puerta para que pasen antes que yo aunque quien ha de pasar aguarde a al menos un kilómetro. No nos merecemos lo decepcionante, no nos merecemos todas aquellas decepciones que nos hacen daño, que nos achican y nos ahogan en la oscuridad.Creo recordar que traje a colación no hace mucho una reflexión de Beigbeder en El amor dura tres años. <<Cuando le pedí que se casara conmigo, tuvo esa respuesta llena de ternura, de romanticismo, de elegancia, de belleza, de suavidad y de poesía:

-No>>.

Es cierto que tender a repetir fórmulas de artículos pasados hace caer en el peligro y alarma de escribir o hacer todo igual, qué se, ojalá todo sea eso lo que nos pase, pero nunca encontré una forma mejor de vestir de domingo una decepción. La decepción no se queda a los pies de la cama, como la reputación, los trajes o la buena y la mala conciencia, que tienen eso en común ambas: van a parar al mismo lado cuando llega la hora señalada cada noche. La decepción va dentro y no se despega, es peligrosa por su necesariedad, porque nos mantiene dolorosamente despiertos si no queremos ver lo que tenemos que ver. Sorprendía, y tampoco dejaba de sorprender a esta parte, la noticia de la retirada de Ian Stenner, un gregario bien conocido entre los individuos del pelotón que no tienen que ser conocidos y sólo tienen que pedalear mucho. Stenner, con 33 años, se retira por una artritis reumatoide, una enfermedad que provoca la inflamación de las articulaciones regada de dolor, especialmente fuerte tras el reposo del sueño. Esta parte no quiere imaginarse despertándose, tras vivir en su Nación con Estado -la noche-, dolorido sin saber por qué o si sabiéndolo pero no encontrando razón para ello o consuelo.

De Stannard recuerdo dos cosas, que sólo tiene dos años más que quien suscribe, se retira con la edad que Cristo murió o nos dijeron que murió y se hizo eterno, y que pude verlo quedar tercero en una Paris-Roubaix, una clásica apodada El Infierno del Norte que no es que queme, embarra. En la Paris-Roubaix se ven caídas como nunca por culpa de su asfalto -si es que a tal enladrillado se le puede llamar así- y lo más importante, por mucho barro en las caras, muchas heridas, luxaciones de hombro, roturas de clavícula que haya, los ciclistas siguen teniendo la misma cara de no circunstancia. Stannard se retira tras haberse recuperado de una fractura de espalda y sin tener que recomponer la cara. De todo lo que puedo recordar y veo frecuentemente en los ciclista destacaría siempre la cara, siempre seriedad, no se puede estar de otra forma mientras se sufre, si se quiere un deporte en el que todo sepa bien, incluido y sobre todo las épicas derrotas, y pocas cosas sepan mal, las victorias pírricas, para eso tenemos ya el Golf, ese deporte en el que los hombres siempre están sonriendo sabiendo cuál será el final de la bonita película que golpean.

Nacido en 1989 en Sevilla. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla y Máster en Tributación y Asesoría Fiscal por la Universidad Loyola Andalucía. Forma parte de 'Andaluces, Regeneraos',...