Paquita Rico y Vicente Parra en Dónde vas, Alfonso XII, película dirigida por Luis Cesar Amadori.

El antes, ese tiempo pasado que nunca existió, porque nada bueno ocurrió si el tiempo quieto no quiso quedar -qué ingenuo el gacetillero de radio que así lo cree-, el ahora, ese tiempo presente que no es porque todo pasa rápido sin remedio.

La magia, porque toda guerra actual acaba en magia, y si nada sale como se espera es que la intención era buena, pero ya se sabe que si la intención era buena o si había belleza que enmascarase defectos todo estaba permitido, todo era posible. Siempre es conveniente tener claro que a pesar de las ideas siempre imperará el sentimiento, el corazón. Se recuerda quien suscribe en aquellos días grises e iluminados del otoño de hace cinco años, de cuando la vida empezaba a ir en serio, cuando la ciudad abrazaba en las mañanas y en las vueltas, cuando el maratón empezaba a llamar a las puertas. Tiempo en el que el niño inmaduro va dando paso al hombre inmaduro.

Por mores del trabajo cruzaba día a día el puente de los remedios, otrora del generalísimo, si bien el nombre que no está escrito siempre depende de a quién se pregunte, baste recordar aquella ocasión el año pasado por esta época en la que una buena señora me indicó que el mejor sitio para lo que yo necesitaba era El Corte Inglés de «Generalísimo». Al paseo de la Castellana que lo llamen así otros, que si no se veía el nombre el que valía era el pasado, no el moderno. De aquellos días me queda el recuerdo de mi padrino en la jura como Abogado y un buen jefe, un hombre bueno y sabio que tenía como salvapantallas a Rafael de Paula. También el recuerdo de la belleza que se queda en la cara que tuvo y debe retener. Tardé bastante en hacerme al desayunar en la calle, a ver la vida pasar durante veinte minutos como quién ve una película gris de la vida propia. No hay que engañarse, es un gusto desayunar en la calle, es un gusto desayunar en un bar rodeado mayormente de una clientela que no baja de los 65, pues a partir de los 60 se tiene que ser exigente por el bien de los demás.

Recuerdo aquél amigo que siempre me mencionaba que Los Remedios es ese barrio en el que están todas las calles de las vírgenes y en el que ya no quedan virgen alguna, y siempre ocupaba yo o la mesa que daba al cristal o una que estaba más metida en faenas de conversaciones ajenas. Y he ahí la virtud, el empaparse del relato real, la vida dura, los dolores y el brillo de los ojos que ya no se va porque una vez fue. «Pero, Paquita, qué guapa estás siempre», y al girar mi cabeza allí la vi, acompañada de su perro. Comentaban las malas lenguas un día que al perro le servían la misma tostada y misma bebida que a ella. Es cosa esta en la que jamás me fijé ni tuve interés, pero ojalá hubiere sido verdad. No estaba ataviada de blanca mantilla, no parecía una rosa de te, deslumbraba con los ojos y con el color de su tez. Firmes y finas manos que le marcaban el carácter y algunos días cruzábamos miradas y en los ojos veía tanta tristeza como alegría. Fue reina, viudita naviera, novia de España y se asomó al balcón de la luna, pero ante todo siempre la tendría quien suscribe confundida con la reina Mercedes.

De Madrid con chistera y patilla vino un real mozo muy cortesano. Alfonso XII pudo ser tan pícaro, bufón y felón como Fernando VII, un Calígula de su tiempo que no emprendía guerras contra el mar pero que nombraba Ministro a un aguador cuya mejor virtud era conocer las mejores casas de lenocinio de Madrid. Ni las páginas aguantan el valor del tiempo, y Alfonso vino a Sevilla a enamorarse, qué mala suerte que la eterna y fugaz fue Mercedes, que buena suerte que la bella y mortal fue Paquita Rico. En las sienes de Mercedes, noches, en las de Paquita, madrugás, y Alfonso disfrazado de Vicente Parra se fue triste de él buscándola, pero quien suscribe la encontraba cada mañana. Brillante, educada, siempre dispuesta, elegante y cuidadosa con todo aquél que a saludarla se acercase.

Entre fogones escuchaba de niño a mi abuela desangrarse con aquello de «María de las Mercedes, no te vayas de Sevilla, que el nardo tocar te puede el color de tus mejillas» y pocas no fueron las tardes en que vi cómo los cañones y campanas tocaban a muerto en Donde vas, Alfonso XII, una película que no debiera caer en el olvido porque ganas dan de vivir en ella. Nunca tuvo quien suscribe el valor de acercarse a Paquita Rico a saludarla en aquél bar en el que compartíamos desayuno, quizá fue la impresión, seguro que no fue la vergüenza, si me hubiera atrevido probablemente le hubiera llamado Mercedes, por habérseme quedado grabada a fuego aquella escena en que el rey coge el anillo de Merceditas para colocarlo en su meñique. Tuvo arrojos Alfonso XII, por no querer ser lo que su madre fue, quizás a la altura del infante Felipe de Parma, un buen rey de haber vivido más de lo que los avatares quisieron.

A buen seguro podemos imaginar y ver cómo una triste figura, que en las noches cerradas con el relente cayendo, desfila por el puente de los remedios camino de Virgen del Valle en busca de Mercedes, quizás Paquita. Y allí espera ella, con la belleza intacta de una virgen, inmortal a la tragedia de haber perdido a su primer marido, sentada con vistas al paso del tiempo, deslumbrando a quien se acerque con su color de piel. No la llevan cuatro duques por las calle de Madrid, ni falta le hace, Madrid era un sitio pequeño para tan singular belleza; no esperará a la primavera para cambiar de color, pues en silencio se fue. Noches seguía habiendo en sus mejillas, Amor le costó la vida, y sigo aún imaginándola asomada al pasar del tiempo en el que todo va en serio y de todo hace ya veinte años -como decía el poeta-; y ve venir al joven que se le acerca y le interpela en otro tiempo que no será ya «Buenos días, Paquita. La vi ayer en Dónde vas Alfonso XII, y me encantó; está usted mas Mercedes que Reina y mas Reina que Paquita».

Nacido en 1989 en Sevilla. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla y Máster en Tributación y Asesoría Fiscal por la Universidad Loyola Andalucía. Forma parte de 'Andaluces, Regeneraos',...