Gloria a ‘Monty’ en las alturas, recogieron las basuras de mi calle ayer a oscuras y hoy plagadas de octavillas. Es Serrat, pero es Sevilla, fiel reflejo de la ‘fiesta’ montada ahora que se acercan las elecciones de mayo.

Mi calle es una metáfora de la ciudad. A la columna de parados de los que ya hablé, vengo a sumar la curiosa cantidad de papeles de asociaciones que están apareciendo en los muros de las casas. De pronto, como por milagro, grupos de vecinos “nada politizados” que estuvieron callados durante tres larguísimos años, aparecen como salvadores, vanagloriándose de las obras del barrio.

Por supuesto que ha habido mejoras, aunque desde hace un par de años es más fácil que te den un crédito en un banco que aparcar en mi calle, lo que dice mucho del problema de los coches. Y eso por no hablar de los socavones que recorrían el asfalto, “cicatrices del tiempo” que diría el poeta y lamentable desidia del Ayuntamiento que diría cualquier persona con dos dedos de frente.

De los agujeros hablo en pasado porque desde hace un par de días la calle ha recuperado una parte del aspecto que presentaba hace tres décadas. Un manto de brillantísimo asfalto negro ocupa la zona media de la calle, sí, solo la zona media. Así son estas cosas, en lugar de hacerlo todo por igual como manda la lógica, es preferible dejarlo a medias para poder colocarnos la medalla dentro de otros cuatro años.

Claro que a quién le importa. Mi calle es la ciudad y sólo aparece en la prensa cuando aparecen facturas falsas en la asociación o cuando Zoido queda con los vecinos. No porque el candidato de los populares solvente algún problema, sino porque siempre hay cuatro maravillosos demócratas que se dedican a gritarle desde lejos.

Así que, como dijo Serrat, apurad que yo os espero si queréis venir, pues cae febrero y ya están nuestras miserias al salir. Vamos, hagamos apuestas, que el PSOE en mi calle lleva años de fiesta.

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