Este año el frío tenía prisa por aparecer, tras un verano más caluroso de lo normal en Helsinki y un otoño corto pero con temperaturas bastante agradables. El invierno se ha adelantado nada menos que un mes y ya en noviembre se han registrado mínimas similares a las que se dieron durante todo el invierno pasado. Y, como es obvio, una manta de nieve recubre ya, desde hace un par de semanas, todo el centro de la ciudad, todo Helsinki, todo el país.
Antes de vivir en Finlandia había visto nieve alguna vez en Granada, pero nevar, lo que se dice nevar, solamente una vez. Fue en Constantina, en la Sierra de Sevilla, un fin de semana de enero que me escapé con unos amigos. Recuerdo que disfruté como una enana y fue solo hace cinco años.
Éste es mi segundo año aquí y sigo alucinando con todo. La nieve me encanta y, sin necesidad de tener que coger el coche y viviendo cerca del centro, con todo cerca, es un lujo poder disfrutar de ella. Además ilumina todo de una forma extraordinaria y esto, en días que apenas duran 6 horas, se agradece. Es cierto que en ocasiones puede ser bastante engorrosa pero todos están de acuerdo en que prefieren inviernos así: más frío, más nieve, más luz.
Porque nos cuentan que los inviernos en Helsinki solían ser oscuros y lluviosos, con poca nieve. Y el mes de noviembre, el más difícil de llevar con diferencia. Yo siempre que había pensado en Finlandia lo había hecho imaginándomela blanca, como una estampa navideña. Pero claro, no todo en Finlandia tiene que ser así y Helsinki precisamente está al sur del país y a nivel del mar, así que esto que dicen no debería sonar raro. Pero a mí si que me suena, porque lo que he tenido la suerte de experimentar desde que vivo aquí es esa imagen de postal que a todos se nos viene a la cabeza cuando pensamos en este lugar. En cuanto al mes de noviembre, obviamente el año pasado fue estupendo para nosotros. Acabábamos de aterrizar el día dos y ni siquiera recuerdo qué tiempo nos hizo. Daba igual, estábamos emocionados con la nueva aventura que nos tocaba vivir. Sin embargo éste si que lo noté. Las dos primeras semanas de noviembre las horas de luz disminuían muchísimo, se notaba la diferencia cada día y fueron tal y como ellos nos contaban: todo se veía apagado, oscuro, sin vida… Pero, ¡sólo fueron esos días! El frío, como os cuento, llegó y la nieve ha hecho que ya me haya olvidado de la melancolía que me invadió durante esos momentos.
Y tanto frío. Tanto frío llegó que el mar se ha congelado hasta donde alcanza la vista. Si me preguntan cuál es la cosa más asombrosa que he visto aquí, no cabe duda de que es ésa. Se congela con tal grosor que se puede caminar sin miedo sobre él. Y correr. Y saltar. Incluso más al norte del país la gente viaja en coche hasta Suecia, atravesándolo. Cerca de la ciudad, algunos aprovechan para hacer ‘cross country’, que viene a ser como el senderismo pero con esquíes.
En Helsinki hay saunas en cabañas de maderas situadas cerca de la orilla para poderse dar un chapuzón entre sauna y sauna. En verano tiene que ser divertido pero lo extraordinario es que es en invierno cuando ves a más gente que lo practica. Tienen preparado un gran agujero en el agua congelada al que se accede por unas escaleras de madera. Colocan además un motor bajo el agua que la mantiente en movimiento y evita que esa parte de mar se congele. Y allí te ves a todos, en bañador, saliendo de la sauna a la interperie para refrescarse en aguas gélidas. Yo aún no he probado la experiencia pero, vamos, me gustaría que no pasase de este año sin hacerlo. Sólo de pensarlo ya me entran escalofríos…
Antes de que el agua del mar empiece a congelarse, todos los barcos pequeños son sacados a la superficie. Los únicos barcos que navegan en invierno son los ferrys, que mantienen las islas principales conectadas con la ciudad. y aquéllos más grandes que llegan hasta Suecia o Rusia y que salen cada día.  Aún así, necesitan la ayuda de un ‘rompehielos’ que les abra paso.
Y tanto frío, pero se lleva bien. Tanto que es curiosa la conversación que tuve el otro día con mi madre:
«bueno, y ¿qué tal?, ¿sigue haciendo tanto frío?»
«¡qué va!, han subido otra vez las temperaturas»
«¿Cómo que han subido?, ¿pero tanto?, si yo miro cada día el tiempo ahí y debéis estar congeladicos.
«Sí, sí, han subido un montón, estamos a -5 más o menos, no hace nada de frío…
Parece de broma, pero eso le dije. Y es verdad. Hemos estado varios días entre -15º y -20º y, en cuanto suben algo las temperaturas, se nota muchísimo. Además es curioso, porque si te asomas a la ventana y el día está azul con el sol fuera, ya sabes que te tienes que abrigar incluso más que cuando está nevando.
Y es que no me canso de decirlo: será en Alcalá de Guadaíra, estas Navidades, cuando yo sufra los primeros tiritones. En Sevilla las casas no están acondicionadas y parece que el frío se te meta más en los huesos, no sé, es más húmedo.
Y si no, al tiempo.

Este año, el frío tenía prisa por aparecer tras un verano más caluroso de lo normal en Helsinki y un otoño corto pero con temperaturas bastante agradables. El invierno se ha adelantado nada menos que un mes y ya en noviembre se han registrado mínimas similares a las que se dieron durante todo el invierno pasado. Y, como es obvio, una manta de nieve recubre ya, desde hace un par de semanas, todo el centro de la ciudad, todo Helsinki, todo el país.

Marta Comesaña. Antes de vivir en Finlandia había visto nieve alguna vez en Granada, pero nevar, lo que se dice nevar, solamente una vez. Fue en Constantina, en la Sierra de Sevilla, un fin de semana de enero que me escapé con unos amigos. Recuerdo que disfruté como una enana y fue sólo hace cinco años.

Éste es mi segundo año aquí y sigo alucinando con todo. La nieve me encanta y, sin necesidad de tener que coger el coche y viviendo cerca del centro, con todo cerca, es un lujo poder disfrutar de ella. Además, ilumina todo de una forma extraordinaria y esto, en días que apenas duran 6 horas, se agradece. Es cierto que en ocasiones puede ser bastante engorrosa pero todos están de acuerdo en que prefieren inviernos así: más frío, más nieve, más luz.

Porque nos cuentan que los inviernos en Helsinki solían ser oscuros y lluviosos, con poca nieve. Y el mes de noviembre, el más difícil de llevar con diferencia. Yo siempre que había pensado en Finlandia lo había hecho imaginándomela blanca, como una estampa navideña. Pero claro, no todo en Finlandia tiene que ser así y Helsinki precisamente está al sur del país y a nivel del mar, así que esto que dicen no debería sonar raro. Pero a mí si que me suena, porque lo que he tenido la suerte de experimentar desde que vivo aquí es esa imagen de postal que a todos se nos viene a la cabeza cuando pensamos en este lugar. En cuanto al mes de noviembre, obviamente el año pasado fue estupendo para nosotros. Acabábamos de aterrizar el día dos y ni siquiera recuerdo qué tiempo nos hizo. Daba igual, estábamos emocionados con la nueva aventura que nos tocaba vivir. Sin embargo éste si que lo noté. Las dos primeras semanas de noviembre las horas de luz disminuían muchísimo, se notaba la diferencia cada día y fueron tal y como ellos nos contaban: todo se veía apagado, oscuro, sin vida… Pero, ¡sólo fueron esos días! El frío, como os cuento, llegó y la nieve ha hecho que ya me haya olvidado de la melancolía que me invadió durante esos momentos.

Y tanto frío. Tanto frío llegó que el mar se ha congelado hasta donde alcanza la vista. Si me preguntan cuál es la cosa más asombrosa que he visto aquí, no cabe duda de que es ésa. Se congela con tal grosor que se puede caminar sin miedo sobre él. Y correr. Y saltar. Incluso más al norte del país la gente viaja en coche hasta Suecia, atravesándolo. Cerca de la ciudad, algunos aprovechan para hacer ‘cross country’, que viene a ser como el senderismo pero con esquíes.

En Helsinki hay saunas en cabañas de madera situadas cerca de la orilla para poderse dar un chapuzón entre sauna y sauna. En verano tiene que ser divertido pero lo extraordinario es que es en invierno cuando ves a más gente que lo practica. Tienen preparado un gran agujero en el agua congelada al que se accede por unas escaleras de madera. Colocan además un motor bajo el agua que la mantiente en movimiento y evita que esa parte de mar se congele. Y allí te ves a todos, en bañador, saliendo de la sauna a la interperie para refrescarse en aguas gélidas. Yo aún no he probado la experiencia pero, vamos, me gustaría que no pasase de este año sin hacerlo. Sólo de pensarlo ya me entran escalofríos…

Antes de que el agua del mar empiece a congelarse, todos los barcos pequeños son sacados a la superficie. Los únicos barcos que navegan en invierno son los ferrys, que mantienen las islas principales conectadas con la ciudad. y aquéllos más grandes que llegan hasta Suecia o Rusia y que salen cada día.  Aún así, necesitan la ayuda de un ‘rompehielos’ que les abra paso.

Y tanto frío, pero se lleva bien. Tanto que es curiosa la conversación que tuve el otro día con mi madre:

– «Bueno, y ¿qué tal?, ¿sigue haciendo tanto frío?»

– «¡Qué va!, han subido otra vez las temperaturas»

– «¿Cómo que han subido?, ¿pero tanto?, si yo miro cada día el tiempo ahí y debéis estar congeladicos»

– «Sí, sí, han subido un montón, estamos a -5 más o menos, no hace nada de frío…

Parece de broma, pero eso le dije. Y es verdad. Hemos estado varios días entre -15º y -20º y, en cuanto suben algo las temperaturas, se nota muchísimo. Además es curioso, porque si te asomas a la ventana y el día está azul con el sol fuera, ya sabes que te tienes que abrigar incluso más que cuando está nevando.

Y es que no me canso de decirlo: será en Alcalá de Guadaíra, estas Navidades, cuando yo sufra los primeros tiritones. En Sevilla las casas no están acondicionadas y parece que el frío se te meta más en los huesos, no sé, es como más húmedo.

Y si no, al tiempo.

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