Ni tú ni yo sabremos,
lo que es hilar despacio
los minutos, tocando
por si acaso las paredes,
despertando a oscuras,
imaginando desnudas
a sus mujeres.
Y hasta parecerá raro
que sueñen con las alturas
y con las lluvias
a pesar del vértigo,
a pesar de ver cómo
se les ensucian las lunas.
Porque ellos no saben
de las líneas divisorias de los días,
de la media noche,
de todos los aviones que parten
a Viena, París, o Estambul.
Por todo eso brindo por ellos,
por los rescatados,
por todos ellos os invito un minuto
a sentirse enterrado.
Pablo Povedano