Era también una mañana como hoy. Quizás no tan oscura, es posible que sí. Una mañana romántica al fin. Es difícil de recordar, porque su espectro sólo son hoy miles de toneladas de tinta sobre papel.  Gustavo Adolfo Bécquer nació un 17 de febrero, en lo que hoy es la calle Conde de Barajas, hace 174 años. Quizás esta mañana algún joven aún lea en la escuela alguna de sus rimas o leyendas.

Ángel Espínola. Bécquer no es ya más que olvido en la ciudad que lo vio nacer. Como no es el aniversario de su muerte, y el número que hace de su nacimiento no es redondo, para qué ningún homenaje. ¡Si ni siquiera estamos en campaña electoral! pensarán algunos gobernantes. El caso es que Gustavo, con la soledad que provoca ser huérfano con apenas 10 años, dejó para la literatura universal un legado interminable.

Su biografía, leída en todos los países donde las personas aprenden a leer, siempre se inicia con una fecha, y una ciudad, Sevilla. Y esa ciudad ya no empieza con su recuerdo. Que aquí un torero vale más que mil poetas. De Bécquer sólo nos queda una sucia estatua alegórica, que de vez en cuando algún nostálgico se encargar de limpiar.

Y en el Museo de Bellas Artes, un cuadro de su hermano, preside una de las últimas salas del siglo XIX. Poco más, además de sus libros. Al igual que otros ilustres poetas, ni museo ni ediciones especiales, ni nada con lo que viejos y jóvenes puedan rememorar la figura  de este poeta, narrador, periodista e incluso censor de nuestro pasado.

Un día anónimo como hoy, no sé si era miércoles, nació uno de los grandes poetas de nuestra literatura. Y como su ciudad no lo habrá recordado, invito a pasear con él por su infinidad de creaciones. Mírenlo a la cara desde su presente. No conviertan en fin, su existencia en una mera leyenda.

RIMA XXI

¿Qué es poesía?, me dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul;
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… ¡eres tú!

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