Las reacciones tras el referéndum en Escocia parecen perder el fondo en favor de la anécdota de las dos posiciones encontradas. La participación ciudadana emerge como una clave para la resolución de las crisis en sociedad. El caso escocés lega esta máxima del sistema democrático a las demandadas de la ciudadanía en Cataluña.

La política es todo posicionamiento. Las personas somos seres sociales, y ser social es también ser político, porque implica tomar decisiones en una u otra dirección. En este marco, para tomar decisiones y tener la posibilidad de aportar a un proyecto común y de convivir de manera organizada en el seno de una comunidad, se deben abrir cauces de participación donde se puedan razonar y argumentar los posicionamientos, y debatir sobre las cuestiones de relieve con la disposición de llegar a consensos que legitimen y refuercen los sistemas de organización (en continua evolución, flexibles, sujetos a cambios) que nos damos.

Tras el referéndum en Escocia, algunas reacciones se mantienen escoradas en la anécdota del ‘Sí’ o del ‘No’, obviando el mensaje de fondo de la consulta escocesa, una máxima del sistema democrático: el derecho de la ciudadanía a participar, a decidir.

El Gobierno de Mariano Rajoy abogó por el discurso del miedo. «Han elegido entre la segregación y la integración, entre el aislamiento y la apertura, entre la estabilidad y la incertidumbre, entre la seguridad y el riesgo cierto. Y han elegido la opción más favorable para todos: para ellos, para el resto de ciudadanos británicos y para el conjunto de Europa», citó el presidente español, valorando el resultado en clave política y haciéndolo además en favor de una de las partes; quienes en esta consulta defendían la permanencia de Escocia en Reino Unido, frente a su segregación.

La base de su argumentación se articula desde un verbo que resulta clave en este contexto: «han elegido». Las demandas que la ciudadanía hace al Gobierno español en las movilizaciones de los últimos años en Cataluña no defienden la secesión, aunque de manera interesada el discurso de quienes están en contra de una consulta catalana pretenden estigmatizárles bajo esta falsa premisa, y hablan de un hipotético «día después». Lo que la sociedad en España está demandando es participación. Es voz. Es el derecho a tomar partido, a implicarse, a la elección.

Haciendo un guiño a la política que el Partido Popular viene practicando para referirse a las nacionalidades históricas del Estado español, Rajoy refería «las grandes consecuencias económicas, sociales, institucionales y políticas que habría supuesto su separación del Reino Unido y de Europa». Un razonamiento simplista con el que pretende advertir a Cataluña de las consecuencias de una elección en un debate que, de partida, se les niega. El presidente deja entrever la escasa voluntad política para resolver desde el diálogo, y con los instrumentos que pone a nuestra disposición el sistema democrático, las crisis políticas, económicas, institucionales o territoriales.

El líder del PSOE, Pedro Sánchez, ponía el acento en el «sí a un futuro juntos y el no al inmovilismo y la ruptura» por parte de Escocia. Reconocía la responsabilidad que en última instancia tienen las dos partes implicadas directamente en este proceso democrático: Escocia y Gran Bretaña, para reformular su relación y ofrecer soluciones tras la consulta. Extrayendo la enseñanza para el caso de España y Cataluña, Sánchez considera que hay que abrir «un tiempo de renovación» para «redefinir un nuevo marco de convivencia territorial».

El líder de Izquierda Unida, Cayo Lara, fue al meollo de la cuestión para rescatar -sin entrar en la anécdota de los dos posicionamientos que se votaban- una enseñanza: «la democracia cohesiona infinitamente más que divide». Lara defendió la convocatoria de una consulta catalana donde IU no se posicionaría en favor de la independencia, sino de una España federal. Carolina Bescansa, de Podemos, optó igualmente por destacar la consulta escocesa como un ejemplo de normalidad política y democrática.

En la antípoda de esta clave: la participación ciudadana, el derecho de las personas a decidir en su comunidad, se escoraban otros partidos. De vencedores y vencidos hablaba el número de UPyD en el Congreso, Carlos Martínez Gorriarán, al asegurar que de la consulta escocesa sobresalía «una derrota del nacionalismo» que servirá para «pegar un frenazo a todo el mundo secesionista».

Quizá el debate debamos abordarlo desde ahora entre quienes ven necesario abrir cauces de participación y quiénes pretenden negarlos con verdades eternas. El «frenazo» al secesionismo, que cita UPyD, al hablar de vencedores y vencidos, conecta con otra clave de valor: es fruto de la voluntad colectiva por medio del referéndum, y a toro pasado abre desde este instante infinitas posibilidades de crear un proyecto común, entre escoceses y británicos, entre españoles y catalanes, y andaluces, y vascos, y murcianos,… Desde el compromiso político y la participación ciudadana en el sistema democrático que construyen y del que forman parte. «No hay mejor prueba del progreso de la civilización que el progreso del poder de cooperación«, que decía John Stuart Mill.