Es un mes de optimismo para las organizaciones que luchan por la igualdad y el avance de los derechos civiles en el mundo. Solo en abril se ha pasado de 11 a 14 países en el mundo que han aprobado la posibilidad de que personas del mismo sexo puedan contraer matrimonio. El 11 de abril fue Uruguay con la aprobación de la Ley de Matrimonio Igualitario.

 

Tres días más tarde fue Nueva Zelanda, único país en la región asiática del pacífico en legislar en esta materia. Por último hace unos días bajo el lema “Egalité” también supimos que Francia se subía al carro. En otros países como Gran Bretaña, México o Brasil se avanza con proyectos de ley en trámite y un buen puñado de países ya contemplan la posibilidad de uniones civiles entre homosexuales, un paso importante para lograr el reconocimiento del matrimonio en igualdad.

No obstante, no todos los datos son positivos. Esta misma semana el Senado de Colombia ha tumbado por abrumadora mayoría la posibilidad de legislar el matrimonio entre personas del mismo sexo. En decenas de países las uniones civiles entre ellos son ilegales y en algunos casos extremos, la diversidad sexual está absolutamente prohibida y penada incluso con la muerte. Por ello si hablamos en términos globales, las organizaciones pro derechos de diversidad sexual pueden ser optimistas y permitirse una celebración, pero queda mucho trabajo por delante. Trabajo no solo para esas plataformas, también para todos nosotros; si toda la sociedad no se involucra en estos procesos de transformación difícilmente serán efectivos.

En el caso concreto de Uruguay los que han tirado del carro han sido los miembros del colectivo Ovejas Negras que llevan años en la lucha por el reconocimiento de la diversidad sexual. Tomaron el relevo de distintas agrupaciones que han mantenido una resistencia constante en las últimas décadas y desde la dictadura (1973-1985) contra la discriminación de homosexuales, bisexuales y transexuales. Han sido para ellos décadas de resignación e impotencia que finalmente ha dado sus frutos y que se ha cristalizado en celebración: «¡Se puede cambiar el mundo!”, expresaba Federico Graña, uno de los compañeros del colectivo visiblemente emocionado tras conocerse que la Ley de Matrimonio Igualitario estaba definitivamente aprobada: “¡Lo que ayer era imposible, hoy es realidad!».

En Uruguay la homofobia se da especialmente en el ámbito educativo y laboral. Las ovejas han denunciado que por ser negras no las dejaban donar sangre, que los profesores tienen que ocultar su sexualidad para disipar la sospecha del abuso infantil. Los más jóvenes han sufrido auténtico acoso por sus compañeros de clase y algunas incluso llegaron a expulsarlas de un boliche (discoteca) por besarse con su pareja. Me impresionó conocer la magnitud de las agresiones que sufren las transexuales. A Ovejas Negras les queda una larga lucha…

Los procesos sociales tienen sus propios ritmos, no todas las naciones del mundo incorporaron a la vez el sufragio femenino, el derecho a huelga o las normas contra la discriminación por razas; de hecho hay ejemplos en cualquier continente de cómo el acceso a las garantías de derechos aparentemente conquistados es ampliamente cuestionable. Hoy son solo 14 países, pero hasta hace muy poco era ninguno. Puede que la globalización nos haya dado a todos la imagen de que en nuestro pequeño mundo todo ocurre con inmediatez expansiva y cada fenómeno rápidamente atraviesa todas las fronteras, pero las realidades de los países del mundo son muy distintas entre sí. Las correlaciones de fuerzas internas y las capacidades de presión ciudadana a partir de asociaciones civiles y plataformas políticas no es la misma en todos los lugares. En el caso de las leyes de matrimonio igualitario, hasta en los propios países en los que se aplica sigue habiendo una dura batalla, porque la norma en sí no basta; en España la ley ya lleva 8 años en vigor, lo cual no impide que siga existiendo la discriminación, la burla y el prejuicio. Los uruguayos ya han ganado el derecho, ahora tienen que defenderlo.