El discurso del Rey y de nuestros políticos ha muerto. Las alocuciones televisadas pasaron a mejor gloria y apenas interesan ya siquiera a los periodistas.

Cierto es que si se acaba de emitir aún no sabemos cuántos lo habremos visto. Pero me atrevo a señalar que el de este 2012 no será uno de los discursos de Fin de Año más recordados –si es que alguno se recuerda- del presidente Griñán.

Porque no dijo nada. Nada, matizo, que no hubiera dicho antes. Sanidad universal, educación pública y que el dinero pase de los bancos a manos de los ciudadanos. Que los ‘rescates’ a las entidades financieras sirvan para algo.

Hasta aquí, palabras que pueden refrendar la mayor parte de los andaluces. Una política, más allá de ideologías, de fronteras comunes. Aunque haya, no obstante, dirigentes que las traspasen.

Por eso Griñán prefirió enfundarse en el papel de Carlitos de ‘Cuéntame’ y empezar a narrar la España y la Andalucía de los inicios democráticos. De 1977. Y fue entonces cuando desempolvó los ‘Pactos de la Moncloa’. Los tiempos de los grandes acuerdos, se dice, en las cuestiones de Estado.

Con aquellos mimbres quiere hacer este presidente un nuevo cesto que, como ‘Pacto de San Telmo’ no suena quizá con toda la garra que debiera, mejor llamarlo ‘Pacto por Andalucía’. Y apela al entendimiento y la capacidad de acuerdo de sindicatos, empresarios y otros colectivos, además de andaluces zaguán a zaguán. Habría que ver, en todo caso, para qué y en torno a qué se quiere su consenso y qué voluntad real existe en ese caso. Pero ése es otro debate.

Y sacó del cajón Griñán su álbum de fotos de 1977 para detenerse en la imagen de Andalucía el 4D, aquella de la que este año se ha conmemorado su 35 aniversario. Dice que entonces fueron muchos –cientos de miles- los andaluces que se echaron a la calle para reclamar su derecho a decidir. Ahí, tal vez, su reivindicación de una autonomía plena para Andalucía, una política sin los ‘parches’ del Gobierno central y un margen para remar a contracorriente cuando las decisiones que se toman en Madrid no le gustan.

Y en menos de lo que se tarda en hacer zapping por los canales de la TDT, José Antonio Griñán terminó su discurso. Cierto es que el ritmo y el lenguaje audiovisual requieren de textos breves y directos. Por eso, quizá, de estos tradicionales ‘aló Presidente’ trascienda más lo que no se dice.

Y lo que no dijo el presidente fue que el desempleo sigue creciendo en Andalucía, tema por el que pasó de puntillas –“es tiempo de seguir apoyando a los que tienen más dificultades, a los desempleados…”-. O que las urnas castigaron especialmente la gestión del PSOE-A, su partido, en las últimas elecciones autonómicas. O que la corrupción ha emborronado la política andaluza, especialmente este año en el transcurso de la comisión parlamentaria de los ERE.

Seis minutos en televisión son muchos. Pero en los discursos políticos dan para poco. Y, a veces, en los ciudadanos, queda más lo que no se dice que lo que se cuenta. Sobre todo, cuando de lo que se habla todo se ha dicho ya.

Incluso el presidente Griñán ha tenido a bien esta vez evitar predicciones y vaticinios que, como los de los mayas, después no se cumplen. “Es probable que lo peor de la crisis haya pasado”, dijo en 2009. “Andalucía está preparada para salir pronto de la crisis y en las mejores condiciones”, aseguró un año después. “Me gustaría poder anunciaros esta noche que la crisis tiene visos de remitir. Sin embargo, no parece que vaya a ser así”, sentenció finalmente en las últimas navidades. Esta noche no le ha quedado más remedio que reconocer que estamos en la situación “más dura de los últimos tiempos”.

Antonio Campos

@antonioj_campos

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Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla, empezó en la comunicación local y actualmente trabaja para laSexta. Máster en Gestión Estratégica e Innovación en Comunicación, es miembro...