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El PA vive una nueva etapa de confrontación interna. Cíclicamente se presenta incapaz de superar las derivas personalistas o de consolidar el papel que pretenden jugar en el panorama político.

ANÁLISIS. En los equipos de fútbol, tener historia y ‘defender’ en el terreno de juego el nombre de un pueblo frente al adversario es un punto de partida para levantar pasiones. Ejemplos hay para todos los colores. Hasta en los momentos críticos, hay quien enarbola la bandera de su equipo, resiste y grita en un acto de aliento y de apoyo incondicional. Como los béticos con su bandera verdiblanca y esa famosa arenga ‘¡’Viva el Betis manque pierda!”.

La adhesión a la camiseta es tal queen   pocas ocasiones se ha evidenciado una ruptura entre el equipo y su hinchada. Menos aún una escisión para formar otro club. Aunque en el juego de fichajes cada temporada cambie el plantel de unos jugadores que hoy pueden ser del Málaga y mañana juegan para el Sevilla. Y aunque las presidencias tengan que defender en no pocas ocasiones los excesos de su gestión en los tribunales.

En los partidos políticos, los personalismos son difíciles de administrar y éticamente ponen en crisis el carácter participativo y democrático que debe caracterizar a cualquier proyecto en Democracia. Aun así, todavía hay quien vota al PSOE recordando a Felipe González, o quien ha votado al PP pensando en la alargada sombra de ex presidente Aznar. En el Partido Andalucista no aprenden de su dilatada historia. No han superado los traumas, los debates se eternizan y, el golpe sobre la mesa, abre cíclicamente una fase de crisis interna. Un líder carismático es una buena carta de presentación, pero no garantiza un proyecto de partido. Lo hace más débil si no goza de un aparato ideológico y orgánico fuerte de equilibrio. Los andalucistas lo saben. Es el mal que han criticado a la figura de Rosa Díez y su partido, UPyD, y el mal que más quebraderos de cabeza ha dado a nivel interno a los propios andalucistas.

El jerezano Pedro Pacheco protagonizó dos sonadas escapadas en momentos de auge del PA. La primera se gestó tras una disputa del sector pachequista con los afines al fundador Alejandro Rojas Marcos en la dirección nacional. Nacía como escisión el Partido Andaluz del Progreso comandado por el ex alcalde de Jerez entre 1993 y 1996 en oposición al partido histórico. Cuando Pacheco volvió al PA, las siglas de esta aventura política se disiparon hasta desaparecer. El fantasma de la escisión vuelve más tarde entre 2001 y 2007, cuando Pacheco recupera las siglas del histórico Partido Socialista de Andalucía (PSA) e inaugura otra etapa de confrontación en medio de la sorpresa de un electorado andalucista que empezaba a desencantarse. A seis años de la aventura, las siglas del PSA se integraban en el PA, y se abría otro tiempo de integración.

La última batalla en el directorio del Partido Andalucista recupera con fuerza el fantasma de la escisión en un momento de especial debilidad. Y lo hace desde los más altos órganos internos. Llega en un contexto diferente a los anteriores. El andalucismo, sin representación en la cámara andaluza o en las capitales de provincia, está bajo mínimos. La revelación y publicación de un supuesto plan para liquidar desde la propia Secretaría Nacional que dirige Pilar González al Partido Andalucista pone en crisis las siglas que han venido hablando de unidad y renovación hasta hace unos días. Y superando las siglas, la razón de ser y el fundamento del partido que quieren ofrecer como instrumento de servicio público a la ciudadanía.

La Primavera Andaluza -cuya promoción ha desmentido y denunciado como ‘infamia’ la secretaria nacional- de la que alertan en el seno de la dirección,  unida a la posible salida de la última líder  para abrir una nueva escisión puede ser la puntilla final a un proyecto siempre inconcluso. Pero no vendría más que a confirmar la errada estrategia de los andalucistas al promover sistemáticamente el personalismo en detrimento de la presentación de una fuerza orgánica ideológicamente consolidada, con espacios de reconocimiento y de  liderazgo equilibrados.

La resolución de este caso puede ser ejemplar: servir para ganar o perder definitivamente el partido. El recurso a la Policía Nacional -anunciado en un comunicado por González-  y las disputas mediáticas agravan el conflicto lejos de solventarlo. Y no sirven de  guía  para llegar al próximo congreso interno que deberá encomendar la formación de un nuevo liderazgo.

Juan Carlos Romero

@juanca_sev