La concreción en los políticos es como el bidé en España, se tiene pero no se usa. Y menos en campaña electoral. Las técnicas de discurso que usan actualmente los partidos permiten hablar horas sin decir nada, dando vueltas sobre conceptos vacíos, que cada uno puede definir con lo que quiere –o lo que le interesa–.

Los partidos nos bombardean con la retórica de la fiesta de la Democracia, del diálogo y de la confrontación de ideas. Nos insisten en lo regenerativo y sano que es votar (les) y lo necesario que es la participación en los asuntos públicos. Pero con el debate que ha organizado Sevilla Actualidad pudimos comprobar una vez más que su actuación a la hora de confrontar, de proponer, o de debatir, deja mucho que desear la mayor parte de las veces.

Sus intervenciones estuvieron muy sujetas a los idearios de partido, cerradas en intervenciones aprovechadas muchas veces para el discurso. Y esto llama la atención cuando se trata de un ámbito mucho más cercano que el de los dos debates estatales que hemos tenido esta semana en televisión.

Ni siquiera en un coloquio entre candidaturas provinciales han sido capaces de concretar. Ellos no estaban sujetos a tanta presión, pero parece que no les interesó salirse mucho de lo que les dicen desde Madrid. Podían haber aprovechado espacios como éste para intentar acercarse a los ciudadanos con lo más cercano que tienen, su provincia.

Pero no. La mayoría de los seis componentes del debate hablaron casi siempre en términos nacionales –sobre todo, los partidos mayoritarios–. Las referencias a lo local sólo sirvieron para culparse (una vez más) de recortes, privatizaciones o apoyos o lo que hicieron a la educación y sanidad públicas sus homólogos en el Gobierno. Esteban de Manuel (UPyD) por su parte, no se bajó del argumento de la desmantelación de las autonomías. Y Álvarez Ossorio (por el PA) sólo la aprovechó para llevarla al extremo: “hay que convertir el drama andaluz en una cuestión de Estado”.

Pero España es un Estado territorial, y las elecciones concretamente están organizadas en circunscripciones provinciales. Los diputados que optan a representarlas deberían estar mínimamente ligados a ellas si quieren poder presumir de honradez. Y, por supuesto, no hablamos ya del fenómeno de los ‘cuneros’—esos diputados que han visto la provincia sólo en el mapa, o ni eso, que se lo pregunten a los de Cazalla o Constantina–.

Por supuesto, pueden no estar de acuerdo con ese tipo de organización, pero las propuestas que se hacen para cambiar esa estructura –en el debate se habló de eliminar Diputaciones o delegaciones de las consejerías–, no deben ser incompatibles con los intereses locales.

Está claro que los problemas de la política vienen de un mundo cada vez más globalizado, ya no a una escala nacional o europea, sino en ese ámbito tan ferozmente abstracto de “los mercados”. Pero un debate como tal debería haber servido para hablar de los temas que más afectan a la gente que estaba en la sala.

El domingo se abre el primer tramo de la SE-40 y allí se nombró de refilón. Se llegó a infraestructuras como el Metro sólo porque los ciudadanos lo preguntaron por twitter. Se les preguntó por políticas en cuanto a bicicleta (en una ciudad con 120 km de carril bici) y hubo hasta un “yo no soy Induráin”.

Así que la diferencia y los resultados están muy claros. A preguntas de 140 caracteres, respuestas de minutos. A la petición de concretar, se pusieron nerviosos y se enzarzaron entre ellos. La sala y la participación por twitter de los ciudadanos, mostró el desinterés que los políticos están generando y esto se ve más claro, aún, después de meses de movilizaciones exigiendo, entre otras cosas, que se les represente mejor. ¿No se han parado a pensar si tiene algo que ver?

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