francis-segura-14-06-17

¿Para qué negarlo? Sigue engatusándome poco la actualidad veraniega que me ofrece la ciudad. Será que estoy yo desganado, o quizás que lo que pasa ya #estabapasando como remedo de aquel programa de la tele que era como Andalucía Directo y Gente, mezclado con Twitter.

Se asoma uno a la prensa y…bueno, sí, que el Maestranza haya delimitado su temporada de ópera de una forma u otra también me parece llamativo -ya me lo decía ayer José Antonio Rosales, un amigo y conocido de diversos ámbitos y movimientos- pero me cuesta todavía enderezar los temas de la rueda para cada semana.

Hoy es Miércoles de Corpus, y como ya les cuento muchas cosas del apartado de correos 41004 -y algo del 41001 pero muy poquito- ahora nos vamos a centrar en el 41002. Yo es que tengo muy marcados los códigos postales, porque sus barreras son las más poderosas que recuerdo en la ciudad para separar sus zonas. Los barrios se difuminan, las collaciones se articulan y se encarcelan, los distritos se ensanchan para crecer o menguar cada cuatro años…pero los códigos postales ahí siguen desde siempre.

Bien. En el 002 hay una calle que empieza en el 003 y acaba casi en el 009. ¿Cuál va a ser? Pues la poderosa calle Feria, y en ella hoy la novedad, y la Rueda de Reconocimiento. Allí en su corazón, la plaza, el Mercado de Feria, como reza en la fachada de un edificio que ya Richard Ford dibujó y que se ha ido adaptando a los tiempos, creando una gourmet square en torno a sí para atraer clientes de la nueva era que pongan el contraste a las antológicas maris que son las que nos hacen los pucheros de verdad a los pollos que nos atrevemos a eso de la emancipación, temprana o tardía.

Hoy era el día de haberse ido allí, con la maldad que a veces tienen los compañeros de micrófono en mano, para preguntarle a esas mujeres del matriarcado que reina también entre Montesión y la Macarena -Rosario y Esperanza, y de ellas para abajo- cómo es eso de que ahora se puede ir a la plaza por Interné. Y yo, que me hago cargo de las bondades del e-commerce, sabiendo que ya se puede comprar todo por la red, pondría también cara, no de extrañeza sino de añoranza. Cuando era pequeño, y pensaba en comprar algo bueno de verdad para el comer, pensaba en El Corte Inglés. Luego, desengañado por el mercantilismo, me decanté por los mercados de la Encarnación o calle Feria por aquello de «si no lo veo…si no meto la mano en la carne».

Ahora los mercados se vuelcan a Internet, y sí, podremos comprar lo que antes suponía echar toda la mañana camino del centro directamente desde nuestra casa, lo que celebro y agradezco, pero no ceso en el pensamiento de que se pierde con ello el encanto del handmade de los mercados. Todo habrá que ponerlo en marcha, y echarlo a rodar, que yo soy mucho de las ruedas. Le auguro éxito, pero no puedo negar la nostalgia que puede llegar a producirme saber que ya los mercados no son como reinos a los que hay que peregrinar para conocer el gusto de lo verdaderamente sano.

Sin embargo, confío en que algo bueno nos traerá esta experiencia. Antes eso que no convertir todos los mercados en restaurantes del Barranco, porque la oferta gastronómica de tu casa no supera, por muchas estrellas y tenedores que puedas encontrar, la de cualquier establecimiento.

A la rueda, venga. A la rueda los que han trabajado para poner este proyecto en marcha, y nos van a regalar la oportunidad de probar lo que de los mercados viene por los nuevos canales de distribución alimentaria. A la rueda los que no se van a dar la oportunidad de conocer esos placeres, porque no puedan o porque no quieran intentarlo, ya en persona, ya por Internet. Voyalaplaza.es no será el dominio, pero el comercio electrónico ha llegado al mercao. Sólo faltaba esa parte. El cotilleo digital, que todo mercado propicia, estaba ya instalado desde hace tiempo. Ahora solamente tenemos que conectar una realidad tan bonita (la de los mercados) con la otra de saber todo de todos.

Sevillano habilitado por nacimiento, ciudadano del mundo y hombre de pueblo de vocación. Licenciado en Historia del Arte que le pegó un pellizco a la gustosa masa de la antropología, y que acabó siendo...