francis-segura-24-03-17

Hace menos de diez años, cuando en septiembre de 2007 Utrera se ponía en la cresta de la ola provincial celebrando los quinientos años de su Virgen de Consolación (auténtico estandarte de utreranía, verdadero fundamento del sentido de pertenencia de los utreranos a su historia y su tierra), todos los barrios de la ciudad fueron recibiendo la visita de esa imagen tan peculiar, con su barquito en la mano, que vive en un santuario levantado en el barroco, pero revestido de un neomudejarismo que a todos llama la atención.

El santuario de Consolación, antiguamente regentado por frailes mínimos de San Francisco de Paula, se ha mantenido en pie porque habitaba allí la Patrona de Utrera, y a pesar de todos los desastres históricos que dieron a pique con la romería que allí se celebraba (más importante que la del Rocío, proporcionalmente, en el siglo XVIII), el Santuario ha seguido siendo meta y norte de peregrinaciones desde muchos puntos de la provincia. Su iglesia, su patio de las velas, su sacristía y el camarín con escalera son frecuentemente abiertos y visitados por todos.

Pero en ese complejo hay otra pieza que, fuera del uso religioso, se pinta en el recuerdo de muchos que allí celebraron sus bodas y vivieron momentos felices. El patio de Consolación, no hace muchos días, quedó puesto…¡a la venta! Fue mandado a la venta ese rincón del tiempo utrerano, y me llamó poderosamente la atención que el ayuntamiento de la ciudad, regido por el socialista José María Villalobos, no haya mediado para que ese espacio, tan de todos los vecinos de Utrera, pase a propiedad municipal o, al menos, a ser gestionado por la Delegación de Cultura del ayuntamiento para usos municipales varios. Pienso que hubiera sido, y puede que aún sea, la mejor solución.

No contentos los utreranos con darme disgustos -ya me dieron alguno que otro en 2010- me llega a los ojos la penosa situación del castillo de Utrera, que cuando uno viene de la estación del tren lo ve asomado a La Plaza, a priori como un viejecito que se matiene medio bien, y ahora conozco que, en situación de bloqueo, no es de la empresa que gestionaba el restaurante ni puede ser gestionado por el Ayuntamiento para dar cauce a interesantes ideas que, esta vez sí, han sido proyectadas o están siendo gestionadas por esa Delegación de Cultura que no se ha podido quedar con las llaves del patio de Consolación.

El patio y el castillo me ponen en guardia ante otros tantos abandonos patrimoniales que han sucedido y suceden año tras año, silenciosamente. Ahora que se cumplen veinticinco años de la cesión del antiguo hospital de los Viejos a la hermandad de la Divina Pastora de Santa Marina, miro en ese espejo el caso de Utrera y de otros muchos. Durante años, esa hermandad estuvo luchando para mantener en pie dicho conjunto patrimonial, completamente abandonado a su suerte. Hoy, no sólo la hermandad, sino un bien dotado centro de día, llenan de vida el edificio medieval y me hacen pensar que Utrera podría, con un esfuerzo mínimo y constante, cuidar muy bien de su castillo y del patio del convento de Consolación.

A la rueda, por un lado los que, mirando a otro lado, no ponen de su parte para que ese patrimonio de todos se mantenga vivo y en funcionamiento. A la rueda los que, esforzándose de forma continuada convierten esos espacios baldíos en lugares de convivencia, de encuentro y de fraternidad para que no se pierda la memoria del fin que tuvieron, de la vida que contuvieron en su interior. Utrera, cantando te digo:  cuida de tu patio, cuida de tu castillo.

Sevillano habilitado por nacimiento, ciudadano del mundo y hombre de pueblo de vocación. Licenciado en Historia del Arte que le pegó un pellizco a la gustosa masa de la antropología, y que acabó siendo...