francis-segura-14-10-16

Así se han mostrado los números que han puesto sobre la mesa las autoridades municipales sobre el elevado número de mesas y sillas que bares, restaurantes, fast-food-sites y otros han ido tendiendo sobre el plano de la ciudad, silenciosamente y sin darnos cuenta, hasta sembrar de hastío los corazones de los vecinos afectados por tal plaga, que empezó a multiplicarse en el entorno de la Plaza Nueva y ahora ya se extiende hasta la revoltosa Plaza de Calderón de la Barca, donde el entorno del mercado de la Feria se ha cintado de taburetes altos y bajos de todos los bares de la zona.

Re-veladores, porque tampoco puede decirse que ese concepto no existiera, sino que se ha convertido en goma de chicle que hay que estirar hasta límites imposibles porque, evidentemente, todos tenemos que comer, y como a todos nos gusta comer, a todos los hosteleros alimentamos con nuestra forma de invertir en ocio y en cultura, abandonando otras opciones quizás menos satisfactorias para el vientre y los sentidos.

Allí donde un bar funciona bien, se pone otro nuevo justo al lado y más allá de la ruina del primigenio, se muestra la incapacidad del nuevo o se crea una generosa retroalimentación. Pero sí, por doquier, re-veladores porque una cerveza y una tapa, mejor al fresco de la noche de verano o al tímido sol que nos aguarda en el otoño que estamos comenzando.

Re-veladores, o veladores 2.0 fueron siempre para mí los de Burguer King o McDonald’s, mesones en los que no se puede uno comer un serranito (la hamburguesa sevillana de verdad) o tomarse otras ricas tapas, pero resulta que después de toda una vida cargando con las bolsitas de papel para comer en un sitio más cómodo o pasarnos años subiendo con la dichosa bandejita, ahora van e inventan el velador, dejándose llevar también por todo esto, sacrificando su way of life para gozar de un hueco mayor entre la clientela.

Salieron los porcentajes de veladores eliminados y, evidentemente, unos bufaron y otros suspiraron. Bufaron los propietarios de los bares a los que afecta la «desvalorización del velador», la «desveladorización». Suspiraron los vecinos del primero, y los del segundo, y creo que hasta los del tercero, cuando ven que ahora se reducirá esa cuota de ruido permanente.

La calle es de todos, por supuesto, pero cuando ese barullo constante se acaba asentando a la puerta de tu casa, no acaba uno distinguiendo entre el cáncer del botellón y la dinamización social de los bares, que siempre funcionaron como puntos de encuentro, y que ahora nos ayudan a dejar un rato los móviles y, si acaso, conversar con eso que sujeta un móvil al que llaman persona.

Muy complicado, sí, muy complicado para todos, pero necesario que nos paremos a pensar hasta dónde estamos llevando la ciudad, hasta dónde estamos eludiendo otro tipo de convivencia, hasta dónde estamos dejando malformada la vida del centro y de los barrios. A nadie se le niega una cerveza, un tinto, a todos nos gusta, pero mientras nos quejamos de que la vida familiar está cambiando, y que las familias modernas tampoco tienen tiempo para convivir, más vivimos en los bares. Y al ser más, pues hacen falta más mesas. Re-veladores.

Hoy sí hay rueda. A la rueda los que viven de nuestro ratito de descanso en el bar, para que sepan comprender que el mapa de mobiliario en la calle no puede extenderse de tal manera, sin control y sin algunas revisiones. A la rueda los que, abandonando otras manifestaciones culturales o ni siquiera interesándose por ellas, ponen en el bar el único tesoro de su corazón. En el equilibrio está la virtud. Aunque en Sevilla, equilibrado hay poco. El último que hubo, creo yo, fue el que puso la bola mor de la Giralda. Como no se le cayó, bajó y se tomó un té fresquito en la calle. Datos históricos…y re-veladores.

Sevillano habilitado por nacimiento, ciudadano del mundo y hombre de pueblo de vocación. Licenciado en Historia del Arte que le pegó un pellizco a la gustosa masa de la antropología, y que acabó siendo...