francis segura 270516

Saben ustedes que de cuando en cuando le echo una ojeada al panorama cultural de mi ciudad, que ahora se despide de las fiestas de primavera con los últimos coletazos de un Corpus más que descafeinado.

A menudo también me fijo en los planes que tiene sobre la difusión del arte o la literatura, y con decirles que escribí por error difunsión ya se hacen ustedes una idea de las peripecias del subconsciente.

Otras veces me fijo en todo el ámbito nacional. España, camisa blanca de mi esperanza, a veces… me sorprende con iniciativas en torno a nuestra historia y patrimonio que hacen que me reconcilie con ese sector profesional que me dio de mamar y que me hizo ser como ahora soy: gestor cultural con actividades diversas. Entre todas esas ideas llevadas a buen término, y ya que lo del Quijote no salió en la Rueda, quiero poner hoy las actividades que conmemoran este año el V Centenario del nacimiento de Jerónimo «El Bosco», grandísimo pintor, fuera de toda clasificación y etiquetaje, que sin abandonar su ciudad de nombre medianamente pronunciable, gracias al interés que suscitó en Felipe II, dejó en España lo mejor de su creación, creatividad y polivalencia de temas y representaciones.

Lo mismo que nosotros seguimos celebrando aquel encuentro con una persona excepcional, de la que sabemos muy poco pero dejó en nosotros una impresión maravillosa, celebramos de El Greco una simple inscripción de su fallecimiento en pleno agosto de 1516. Todo lo demás parece ser un misterio imposible de resolver. Más allá de los datos de su vida, nos sigue pareciendo imposible de traducir todo el complejo programa de representaciones y simbolismos que se reflejan en sus tablas y polípticos.

El Jardín de las Delicias es su obra maestra. Pintada para ser exhibida ante el morbo de un príncipe centroeuropeo en la intimidad de su recámara, acabó guardada en un monasterio de recia práctica. Hasta después de la Guerra Civil española no fue mostrado a los ojos de los visitantes del Museo del Prado. En una mezcolanza de ideas y conceptos verdaderamente apabullante, llega a conseguir que perdamos el norte y no sepamos en qué orden leer o interpretar todo aquello que tenemos ante los ojos.

Don Jerónimo, pínteme usted España. Que a pesar de ser un batiburrillo así, quedará preciosa, llena de significado y sentido. Parecerá cosa devota, pero al final lo que estará representando es un desorden moral apabullante. Digo yo, señor Bosco, que usted precisa de informarse poco, y en sus personajes y máscaras, en sus banquetes, algazaras y aglomeraciones, estará la España a veces madre, siempre madrastra que yo cantaba al principio de la columna.

Pínteme usted España pero igual que la ve. No se preocupe: ya no paga el rey, ya no paga el duque, ya los compañeros de gremio andan igual de despistados. Haga usted lo que quiera y como quiera. Le va a quedar que ni pintao. Si no se puede llamar Jardín de las Delicias, llamémoslo Vergel de las Pericias que parece casi igual y dice un poco más. Ponga a todos los personajes como Dios los trajo al mundo (desnudos, con su uniforme o su hábito, que hay de todo), entregados a todas esas actividades que ocultan a los ojos de quienes sufrimos las consecuencias.

A la rueda los que se asustan pensando que El Bosco sacaría un tríptico desgarrados, porque parece que no viven en este mundo. A la rueda los que aceptan desde ya que esto no hay quien lo gobierne. La sinceridad y la honradez, ante el orden o el desorden, conquistarán el mundo. Y aquí estaremos, don Jerónimo, para colgar sus obras de forma que nada quede escondido.

Sevillano habilitado por nacimiento, ciudadano del mundo y hombre de pueblo de vocación. Licenciado en Historia del Arte que le pegó un pellizco a la gustosa masa de la antropología, y que acabó siendo...