Escribir para Sevilla Actualidad tiene muchas y variadas ventajas. Una de ellas la he experimentado esta mañana, cuando, imposibilitado por varias circunstancias para cumplir con mi compromiso de cada viernes con nuestros lectores, he ido postergando la sesión de escritura hasta la primera hora de una tarde fría, a ratos gris, a ratos luminosa, ying yang de la meteorología reinante.

Como nuestro papel está en la red –el lema me lo grabé a fuego-, he podido encontrar el momento para publicar mi rueda en esta jornada, en la que todos los medios de comunicación de la ciudad nos hemos hecho eco del tristísimo fallecimiento de Fernando Carrasco Moreno, periodista y comunicador de ABC que nos ha dejado de forma repentina a causa de un infarto fulminante que acabó con su vida en la puerta de la plaza de toros de la Real Maestranza, dejando a su mujer y a sus hijos con el desconsuelo que la muerte regala a todos los que la ven venir y tomar posesión del cuerpo de aquellos que más queremos.

Lo confieso: cuando esta mañana, bien temprano, salía de casa para empezar las obligaciones de la jornada, no llevaba en la cartera el tema del que tendría que escribir en esta Rueda de Reconocimiento. Unos minutos, tan sólo unos minutos más tarde, revisando las redes sociales, me encontré con el mazazo de la muerte de este periodista y escritor, quedando tan aturdido que, hasta que no la he asumido por completo, no he sido capaz de esbozar unas torpes líneas que intentan evocar su figura.

Fernando Carrasco era un periodista de lo sagrado. No puedo ceñirme a su faceta de comunicador católico, de especialista con las temáticas cofrades. Fernando era también un periodista de toros, y si algo tiene el toreo es el hálito de lo sagrado, de una religión antigua de dominio de la naturaleza de la que Fernando supo tocar las cuerdas más sensibles, arpegiando hermosas melodías en sus crónicas y visiones de los festejos taurinos de esa plaza en la que ha encontrado la muerte.

Fernando Carrasco era el hombre que entrevistaba a Dios. Aunque a Dios nadie lo ha visto –ni al Dios de la cruz ni al Dios de los toros-, Fernando era capaz de acertar con las claves del comportamiento religioso de los cofrades y los toreros, igual de valientes ante los envites de la fe de cada uno, celebrada de forma conjunta en la fiesta dual del Domingo de Resurrección. Fernando Carrasco se ha ido en mitad de la cuaresma, cuando los cofrades preparan cuidadosamente su comunicación con el Cristo que anduvo sobre la mar y los taurinos ya soñaban con glorias perdidas que estaban dispuestos siempre a revivir.

Hoy Fernando no había puesto su tuit de cada mañana. Lo eché de menos y, a dos deslizamientos de la pantalla de Iphone, encontré la funesta noticia. Todos añoran ya esa constancia en la comunicación, ese servicio en la información, esa vocación por poner en marcha la palabra por el camino mejor. En ese mismo sendero debe estar caminando ya Fernando, a quien le debíamos quizás un homenaje y se ha marchado sin recogerlo.

En mi rueda de reconocimiento, él y todos los que, dándolo todo, se dedican al noble arte de informar. También en la rueda los que no valoran su esfuerzo, sobrecargando una dedicación que merece tener también espacios para pensar y para crear. Ahora, Fernando debe estar entrevistando a Dios. Sin libreta, sin bolígrafo, sin grabadora…ya no le hacen falta herramientas ni dispositivos. Ya están cara a cara ese Dios andaluz con tantos perfiles y el periodista. Estamos grabando…sobre el recuerdo.

Sevillano habilitado por nacimiento, ciudadano del mundo y hombre de pueblo de vocación. Licenciado en Historia del Arte que le pegó un pellizco a la gustosa masa de la antropología, y que acabó siendo...