francis-segura-5-febrero-2016

Eso es como si ahora un sevillano se pone a escribir de carnavales. Eso solo se le permite al maestro Burgos, por quien es y por lo que representa. Los demás no deberíamos meternos en eso, porque lo nuestro son otras cosas, pero el Carnaval…debe dejarse a los que lo entienden e interpretan comprendiendo el lenguaje misterioso de su desenvoltura profana, licenciosa y crítica contra la sociedad imperante.

Eso, que un sevillano se haya puesto a escribir carnavales, ha vuelto a ocurrir una vez más en el contexto del Concurso de Agrupaciones del Gran Teatro Falla. Ese que esta noche acogerá una final en la que todos los que aspiran a los premios principales llegan bien situados, personando a una uniformidad que, desde la visión subjetiva de muchos, convierte la ausencia de algunas agrupaciones en los conocidos «cajonazos» que a veces son consolados con premios de menor entidad.

Que un sevillano se ponga a escribir Carnaval lleva ocurriendo más tiempo del que pensamos, a pesar de que se considere terreno vedado para la creatividad de los que nacimos a la sombra de los Hércules, al abrigo de la Giralda y nos encontramos más tarde ante la grandiosa Torre Sevilla (la Pelli, vamos). Sin embargo, Antonio Pedro Serrano «el Canijo de Carmona» demostró hace más de veinte años que un sevillano podía aportar algo más a ese mundo carnavalero que tiene aduana en Puerta Tierra y puerto en el castillo de San Sebastián.

Llevo siguiendo muchos años al «Canijo de Carmona», pero no como el que en Semana Santa ve una cofradía cuando ya ha visto todas las demás o se aposta por donde va a pasar con su «paquete pipas» para ponerme el suelo bonito. Lo mío con el Canijo ha sido más de atención personalizada, porque creo que siempre la ha merecido; lo mío con Antonio Pedro Serrano y su gente será, ahora y por los años, pararme al deleite de escuchar lo que no suena a mayoría pero satisface.

Ponerme a enumerar sus éxitos y sus premios sería larga tarea, y realmente no es lo que más me importa. Lo que a mí me sirve es que, enriqueciendo y no cociendo los temas en la misma agua que todos los demás, el Canijo ha conseguido llegar muy alto, tan alto que estoy seguro que su recorrido está muy lejos de acabarse.

Cuando se certificó su eliminación, muy rápido comenzaron a salir tuits que aludían a ese «cajonazo» en el que, sicut Gadir dixit se guarda, o se esconde, cada año a una serie de agrupaciones por decisión de un jurado que se supone objetivo e imparcial. Yo no tengo nada que achacarle a un jurado que para mí no tiene más valor que una puntuación dentro del aforo limitado de un teatro en el que cuesta entrar la propia vida.

Válgame la comparación: a mí no me sirve tanto la valoración de la selecta concurrencia que llena el Teatro de la Maestranza el día del Pregón, que también sabe mucho de «cajonazos» y sí el del pueblo, el que aprende y comprende, el que entiende y se desentiende de quien se tiende a deliberar (Canijo, como el final de tu chirigota de este año, un mensaje precioso que espero que todos hayan entendido).

En el mejor cajón en el que te han metido ha sido en el de Youtube, donde cada vez que queramos podremos darle al play para escucharte, con ese ingenio y esa grandeza de quien, superadas todas las dificultades físicas, invierte moralidades y normas para arrancar la risa. A la rueda de reconocimiento, por bien, tú y todo tu equipo de artistas, Canijo. A la rueda, los que no han sabido valorar y no te han dado la oportunidad de un premio, con lo que es un premio del Carnaval en Cádiz y en el mundo entero.

Quizás a ti esos premios no te hagan falta y te vale más la ilusión de la gente que, por todas partes te reclama, te busca y te da las gracias. El Niño Jesús que tenía tu madre en la mesilla de noche tenía, este año, más ganas de Carnaval que nunca. Los que te queremos seguimos estando contigo.

Sevillano habilitado por nacimiento, ciudadano del mundo y hombre de pueblo de vocación. Licenciado en Historia del Arte que le pegó un pellizco a la gustosa masa de la antropología, y que acabó siendo...