francis segura 4dic15

Y no porque sea de noche, ni porque sean los vagamundos de la oscuridad trémula y teñida de misterios los que hayan de usarlos y darles sentido. A deshora, y no porque considere que llegan tarde, sino porque, como tanto de lo que en esta ciudad se emprende, llega retrasado, impuntual, aunque no sea yo el más adecuado para hablar de británica exactitud (mea culpa, confitebur tibi Domine… latinajos que me encantan).

Sí, evidentemente hoy les toca la rueda de reconocimiento a los autobuses nocturnos. Pongamos que hablo de Madrid (ay Carmena y Cifuentes cogidas del brazo, gracias a las dos por el entente cordial que nos mostráis); pongamos que pienso en Madrid y recuerdo la primera vez que, poseyéndola con la furia de los estudiantes de universidad (a mitad de la carrera) descubrí (oh sorpresa) lo de los Búhos toda la noche recorriendo la urbe, pintando miles de direcciones sobre el asfalto gris y aterciopelado, comparado con la vida.

Sevilla ha descubierto ese maravilloso mundo. Gracias a la decisión del alcalde Espadas, que da el paso en su tiempo, la Muy Noble y Muy Leal… será la Muy Viajera, aunque nunca se le diera bien eso de recorrer distancias para encontrarse a sí misma. Juan, que es amigo antes que alcalde, lo tenía bien claro. Iba a revolucionar muchos aspectos de nuestra cuadriculada retícula de infraestructuras y con esta iniciativa abre nuevos universos y torna viejos mundos en baratarias por descubrir.

Por fin, surmanoh. Por fin, killa-tía-que-pierdo-el-autobús-y-me-tengo-que-quedar-en-tu-keli parece que se acaba. Ya vamos a poder volver a la hora que más o menos se nos antoje, adoptando cada uno ese momento de vamoarecogéquemequieroirasobá. Ya no estaremos tan encorsetados llegando la dichosa hora de las tres de la mañana, que mi maestro Montero Galvache decía que era la hora más tremenda de la madrugada. ¿Ahora me vas a hasé salí, niño? Tranquilo, padre desesperado, los autobuses búho, que aquí se dirán rematajuerga, devolverán a los jóvenes a sus casas “sanos y salvos”, o tan sanos y tan salvos como quieran.

Esto parece una suite, de las que el tema vuelve y vuelve hasta la saciedad. Y yo me acuerdo de la noche en blanco. Ahora que vamos a estar conectados a todas horas, ¿no sería el momento de darle un vuelco a la vida cultural, y que no se nos quede Sevilla como medallódromo donde todos vienen de visita y se nos van… “y no hubo nada”, y encima sin soneto y sin estrambote.

Vamos a la rueda de reconocimiento. Aunque sea por cariá, como la Dolores de la copla, pero venirse conmigo los chaveas que sólo han visto en el bus nocturno una oportunidad para llegar más tarde a casa. Ah, vengan también a la rueda de reconocimiento los que, sin pena ni gloria, han recibido la medida y se han fijado más en que “el bonobús de los viejos” no va a ser tan gratuito ni tan de válvula…

Vamos a hacer, más de una vez al año, huelga de camas vacías, y ahora que los transportes acompañan, vamos a multiplicar las ofertas nocturnas de una ciudad que, como María Jiménez ma non tanto cierra los bares y sigue haciendo los mismos excesos de siempre. Vamos a despertarnos de la siesta y no hagamos como el rey David cuando la mujer de Urías, que se levantó al atardecer y seguramente, en cuanto cayó la noche volvió a acostarse, sin mirar mucho más, sin buscar mucho más.

Los autobuses nocturnos pueden abrirnos un nuevo mundo, y no quiero pensar que, otra vez más, se nos escapen las mejores. Anda, chiquillo, anda, muchacha, que sí, que nos vamos de jopeo pero que la mente también necesita de noches en las que no haya final para encontrarse con el misterio y la belleza, más allá del escote y el pantalón ajustado hasta límites nunca antes conocidos. Toda la noche rodando, Tussam hace de Sevilla el imperio donde nunca se pone la luz del neón. Pienso aprovecharlo hasta que me fallen las fuerzas. Sevilla nunca duerme. Gamberra y modosita, me gustas siempre.

Sevillano habilitado por nacimiento, ciudadano del mundo y hombre de pueblo de vocación. Licenciado en Historia del Arte que le pegó un pellizco a la gustosa masa de la antropología, y que acabó siendo...