En la columna anterior hablábamos de lo necesario de cambiar para lograr el éxito, en cualquier plano. Dado que las organizaciones están formadas por personas, para conseguir lo deseado en el ámbito profesional, es fundamental comenzar por el cambio individual. A continuación se exponen algunas distinciones que conviene tener claras para “dar el paso”:

Autodestrucción VS Construcción

En el fondo, no es tan complicado localizar aquellas cosas que nos hacen daño. Algunos hasta tenemos la “suerte” de que nuestro cuerpo nos lo manifiesta con bastante claridad, o puede que nos pase a todos, y solamente haya que prestar atención a las señales. Dar el paso significa luchar contra todo lo que nos frena, y comenzar a crecer (personal y profesionalmente), construyendo, hacia arriba. No se pueden poner columnas sobre las que colocar pisos si gastamos nuestro tiempo y energía en colaborar con la presencia de ladrillos rotos.

Ego VS Amor propio

El Ego es ficción, lo es porque siempre tiene que ver con los demás y, a los demás, no les importamos tanto. Es muy distinto hacer algo de cara al resto que de cara a uno mismo. El Ego se duele por lo que pensamos que los otros pueden creer o sentir, y se crece por la misma razón. El amor propio se basa exclusivamente en nuestro propio juicio, que se aplica tanto para reforzarnos cuando somos valientes, como para darnos un toque cuando cometemos errores. El amor propio es real.

Peter Pan VS Esencia

Que uno decida dejar de repetir las mismas dinámicas y por fin asumir que el cambio es bueno (y que no te aleja de ser tú mismo, sino al revés: suele acercarte a la pureza), no significa que haya que borrarse la sonrisa de niño, dejar de hacer travesuras y reprimirse todo capricho. Al contrario, la esencia es lo que verdaderamente recuerda a la mejor parte de la infancia, a lo que fuimos antes de poner ladrillos contaminados por las peores presiones de los otros y que acabamos adoptando como propias.

Hay muchos motores para moverse de donde estamos a otra parte. Cada uno puede activar el que buenamente considere, pero hay uno que resulta infalible: el de la propia superación, el que sabe que el único rival posible es uno mismo, el que no se pone límite alguno (solamente se marca los ritmos que a uno le apetece seguir) y el que dirige su rumbo hacia donde honestamente hemos decidido llegar. Dar el paso consiste en tomar esa decisión y olvidarse del resto.