“Estar parado”, vaya forma de condenar a muerte y de antemano a todos aquellos que se encuentran en esa situación. Verdaderamente invita, obliga incluso, a que uno se sumerja en una trágica desidia que supuestamente merece sentir por no tener un trabajo en un momento dado.

Es evidente que la parcela laboral es importante para la mayoría, entre otras cosas porque implica (que no siempre, y menos ahora…) una remuneración que viene a ser necesaria; pero de ahí, de no tener un trabajo, a estar parado, hay un buen trecho. Es más, hay muchísimas personas que tienen una intensa vida laboral y, el resto del tiempo (mental y físico), están de lo más paradas.

Parar sí que debería ser obligatorio: parar para pensar, y así dejar de estar parado. Esta idea la podemos aplicar a aquellos que tienen un trabajo y que sólo se mueven para acudir al mismo lugar cada día y, tras terminar la jornada, volver a casa sin ganas de más, y para aquellos que quieren un trabajo porque no lo tienen, o porque no les convence el que tienen, y necesitan moverse para encontrar una nueva posición que les satisfaga.

Es curioso reparar en la infinidad de cosas que hacer que existen, las posibilidades que nos ofrece el mundo y que tendemos a rechazar, limitándonos a nosotros mismos. Uno suele reparar en eso cuando para para pensar, lo cual da bastante miedo porque solemos darnos cuenta de todas esas posibilidades que estamos desaprovechando. Es frecuente la duda de si hemos elegido el camino profesional que verdaderamente deseábamos, y lo mismo ocurre con el resto de planos de nuestras vidas porque, si dejamos de asumir por un momento nuestra realidad diaria, vemos que, efectivamente, hay un universo de opciones para cada cuestión.

Cuando tenemos una actividad laboral alta, y encima tenemos otras responsabilidades importantes, nos paramos mentalmente y nos volvemos incapaces de mirar todas esas opciones. Vivir metiendo todo en pequeñas cajas cerradas (familia, trabajo, salud, dinero y amor) coarta la libertad fundamental de preguntarse dónde encuentra uno su propio bienestar, si tomando té chino en determinado punto del mapa, leyendo siete libros a la semana o tirando fotos por las esquinas. Es muy importante mirar un momento hacia adentro y analizar si nos gusta nuestra vida de verdad o no, porque si la respuesta es negativa, hay mil maneras de mejorar las circunstancias, y sin por eso descuidar necesariamente ningún pilar básico.

Obviamente, si estamos en la situación de buscar un nuevo trabajo, es bueno dedicar un tiempo de pensamiento y de acción diarios para lograr ese objetivo, pero es igualmente imprescindible ampliar el espectro de visión y aprovechar el resto de horas de las que gozamos al día en unas cuantas cosas más. La situación de lo socialmente conocido por “paro” es una exquisita oportunidad para reflexionar sobre las alternativas que tenemos, y para pasar a la acción en cuanto a empezar a encajar en nuestras vidas todas esas actividades que sabemos que nos encantaría hacer, pero que nos creemos imposibilitados para ello. Además, el movimiento genera más movimiento, siempre, y repercute en la idea de reencauzar nuestra profesión y encontrar nuevas oportunidades laborales.

Por todo esto, “parados” y “activos”, parémonos un ratito para pensar y activémonos a continuación. Nos llamen como nos llamen, sólo nosotros podemos decidir en qué bando estar.