La Inteligencia Emocional nos permite avanzar en nuestra vida personal y en la laboral…pero, ¿cómo podemos desarrollarla? El primer paso consiste en conocernos a nosotros mismos.

Llevamos ya unos cuantos años conviviendo con nosotros todo el santo día…pero, aun así, muchas veces tenemos un conocimiento más fiable del vecino de enfrente. Te invito a pensar en esas ocasiones en las que otras personas emiten juicios sobre ti bastante consensuados que te sorprenden sobremanera, o en determinadas reacciones inesperadas que has tenido en tu vida y, desde ahí, respóndete honestamente a esta pregunta: ¿te conoces?

Hay tres enemigos fundamentales que tenemos que combatir para conseguir saber quiénes somos en realidad:

Para empezar, según el Psicoanálisis, los humanos somos seres atravesados por el lenguaje; es decir, entendemos la realidad a partir de modelos mentales que no reflejan la realidad con plena fidelidad. “El mapa no es el territorio”, es solamente una representación del mismo, y la realidad que llamamos objetiva no es más que una construcción de nuestro cerebro. Si logramos mirar atentamente nuestro propio mapa, y revisar si representa adecuadamente lo que somos, conseguiremos una mayor objetividad que nos permitirá conocernos mucho mejor.

El segundo ente al que tenemos que investigar es el Inconsciente. En este caso los enemigos somos más bien nosotros (conscientes y activos), porque nos solemos empeñar en no escuchar a esta parte profunda de nuestra psique que está tan llena de verdad. Nuestro inconsciente nos intenta mostrar lo que guarda cuando se nos escapa algo que no queremos decir en voz alta, o a través de los sueños. Es una de las armas más potentes para saber quiénes somos, lo que deseamos y lo que tememos, por tanto considero que debemos dedicarle cierta atención, aunque a veces nos asuste.

Un buen ejercicio para no perder de vista a nuestro inconsciente es escribir lo que hemos soñado cuando nos despertamos, antes de que el monstruo final, del que ahora hablaremos, nos haga olvidar o transformar las cosas. Para comprender qué se esconde detrás de los sueños que no comprendemos, lo más importante es localizar las emociones que hemos sentido cuando estábamos dormidos; buscando momentos de nuestra vida en los que nos hemos sentido de esa forma, podemos entender mejor qué significa lo que hemos soñado.

El monstruo final es el autoengaño. Nuestro cerebro, automáticamente, persigue que nos adaptemos a las situaciones; de esta forma, prefiere una inventarse una historia que encaje dentro de lo posible que contentarse con la ambigüedad, siendo ésta inevitable en muchas ocasiones. Esta tendencia a fantasear, a asumir explicaciones no verídicas de las cosas, nos lleva a construirnos auténticas películas que, al final, nos ayudan bastante poco. Procurar dejar de escribir guiones y observar lo que está pasando sin interpretar demasiado es una tarea que nos hará situarnos mucho mejor en el mundo.

El autoconocimiento es la base del desarrollo de las demás competencias de inteligencia emocional. Sólo si somos capaces de girar los ojos hacia dentro podemos saber realmente con qué armas contamos para defendernos en esta selva y cuáles son los talones de Aquiles que necesitamos fortalecer.

Mirad hacia dentro, valientes, que todos encontramos cosas que nos gustan más y otras que nos gustan menos, pero todas son interesantes y además este es el único comienzo posible para desarrollarnos y así alcanzar lo que queremos de verdad.