La visita a la National Gallery es obligada si vienes a la capital británica.

La extensa colección de artistas de todo el orbe la convierten en un lugar emblemático digno de admiración, pero no es la galería que más cuadros reúne.

El Museo se encuentra en Trafalgar Square, rodeado de la Alta Comisión de Canadá y Sudáfrica (este es el nombre dado a las embajadas de estados que comparten la jefatura de estado con el Reino Unido o reconocen a la Reina como Presidenta de la Comunidad Británica, en el caso del país africano republicano).

La plaza ha sido desde el año 1.200 AD un lugar de encuentro para el populacho y sede de un variopinto mercado, pero desde la apertura del Museo y la finalización del monumento a Nelson por la Batalla de Trafalgar se ha convertido en el epicentro de concentraciones socio-políticas y de festejos. Allí se celebró la candidatura de London 2012 para JJOO, el campeonato mundial de Rugby de 2003 y recientemente el equivalente en Criquet, ambos deportes muy populares en la sociedad británica después del football y las distintas modalidades atléticas olímpicas.

En 1824 abrió sus puertas con una colección privada de John Julius Angerstein con 38 cuadros, comprada por el gobierno de su graciosa majestad. Enseguida se adquirieron colecciones privadas originarias de todas partes. Al ser de titularidad pública, principalmente las secciones generales son gratis para todo el público.

Muchas de las obras han sido traídas del expolio directo o indirecto a terceros países como son los cuadros de Bartolomé Esteban  Murillo y Diego Velázquez.

A raíz de la invasión francesa de Andalucía y la capitulación de sus ciudades principales ante los ejércitos franceses, estos se dedicaron a saquear los principales edificios religiosos donde se encontraban las obras de estos importantes pintores. Tras  la caída de Napoleón fueron, a su vez, expoliados por las fuerzas británicas. Otras obras han sido compradas directamente a los descendientes de esos soldados saqueadores y se fueron vendiendo a los distintos museos y empresas de arte, allí se subastaban o eran adquiridas por los gobiernos interesados.

Mientras Fernando VII felicitaba a Napoleón por carta por sus victorias en el suelo ibérico, este monarca disfrutaba de un exilio dorado gracias a la pensión que el Corso le dio por su abdicación. Los soldados franceses tenían muy claro qué buscaban y cómo eran las obras, tanto  Murillo como Velázquez estaban en su diana como sus principales víctimas, sabedores del valor de dichas obras artísticas.

“Diego Velázquez, in full Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, (baptized June 6, 1599, Sevilla—died August 6, 1660, Madrid, Spain), the most important Spanish painter of the 17th century, a giant of Western art. Encyclopaedia Britannica”.

La temática principal de las obras de estos pintores es religiosa o bien vinculada con la realeza,  en aquella época eran quienes se podían permitir esos encargos, además de tener la garantía de que la Inquisición no condenaría las obras.

Para los expatriados andaluces, dar un paseo por el National Gallery y disfrutar de estos dos maestros es una alegría infinita. Nos traslada a la época dorada, aunque llena de claroscuros,  de una Andalucía que era la capital de América. Aunque la temática era bastante limitada, son el testimonio de una época, la gente, sus vestimentas, sus comidas, los paisajes, los sentimientos representados y la fascinación con que los artistas elevaban a la eternidad el rostro de sus familiares, amigos, personajes denostados o principales a través de estas obras.

“A master of the use of chiaroscuro, or, the treatment of light and shadow in a painting to create high contrast. He utilized this technique to highlight points of particular importance to the viewer and to set an overall atmospheric perspective.”

Por ejemplo en la Inmaculada Concepción de Velázquez, el personaje principal de la semi-deidad católica de María es el supuesto rostro de su esposa Juana Pacheco, hija de su mentor, con la cual tuvo dos hijos. Dicha obra junto a la de San Juan Evangelista en Patmos fueron encargadas para el Convento de los Carmelitas Calzados. Son dos de las nueves obras que allí se ubican.

“He managed to quell the external influences of popular opinion, which deemed this work wasteful or meaningless, by creating pieces so compelling they could not escape interest”.

Hay dos retratos de Felipe IV con un rostro serio y cabizbajo, causado quizás por los infortunios de las derrotas que culminaron con la independencia de Portugal, sus territorios de ultramar y los Países Bajos protestantes.

Otros acontecimientos más favorables para este monarca fueron el control de la rebelión Andaluza en sus inicios y las revueltas en Aragón y Cataluña. La Andaluza fue sofocada pero sus repercusiones afectaron directamente a Portugal, que se benefició de ello. Algo parecido ocurrió con los territorios ulteriores de la Corona de Aragón, ya que tuvo que traer tropas de los Países Bajos para controlarlas.

En el tercer retrato el monarca se muestra en  la Cacería del Jabalí, fiel reflejo de la vida de jolgorio y espectáculo que siempre viven las cortes a expensas de sus explotados  pueblos bajo su jurisprudencia.

La Venus del Espejo, Cristo en Casa de María y Marta, el Arzobispo Fernando Valdés, y Cristo contemplado por el alma de un cristiano forman el resto de  las obras presente en este Museo.

“Bartolomé Esteban Murillo, (baptized January 1, 1618, Sevilla, Spain—died April 3, 1682, Sevilla), the most popular Baroque religious painter of 17th-century Spain, noted for his idealized, sometimes precious manner. Among his chief patrons were the religious orders, especially the Franciscans, and the confraternities in Sevilla (Seville) and Andalusia. EncyclopaediaBritannica”.

De Bartolomé Esteban Murillo hay una decena de obras, son las siguientes:

Un autorretrato del autor, San Juan con la oveja, retrato de Justino Nevé,  Niño mirando apoyado, La Trinidad, La Inmaculada Concepción, Joven bebiendo, El nacimiento de la Virgen, El niño asomado en la ventana y Cristo escucha al paralítico.

“Murillo employs lighting techniques which he learned straight from the book of Zurbarán: contrasting a dark, relatively abstract background with strongly illuminated figures in the foreground. Observe Murillo’s St. Francis of Assisi at Prayer: although this work is already somewhat softer and brighter than the harsh asceticism of Zurbarán’s paintings, it is also far darker than the paintings Murillo would execute in the future.”

En estas obras de Murillo se nota la influencia de los estilos neerlandeses,  muchos pintores estaban afincados en Sevilla, principal ciudad de la Monarquía Hispánica en aquella época por ser la Puerta de América.

Los retratos de infantes expresan la alegría e inocencia de una juventud con ese toque picaresco propio de la época, necesario para sobrevivir en un tiempo  en el que  ser niño no era fácil.

“Murillo’s mature style evidences a syrupy sweetness most akin to the early pioneer of the Italian Baroque, Federico Barocci. By the 1650s, he had abandoned his early Caravaggesque chiaroscuro and the severity of Zurbarán in favor of unadulterated sentimentality.”

 Las obras expuestas se encuentran en la Sala 30 de ambos pintores.

Aunque ya ha llovido bastante desde el Siglo de Oro y de la manera poco ortodoxa con la que arribaron a esta ciudad, al menos, nos hacen disfrutar y devolvernos por unos instantes a nuestro país. No son los únicos andaluces por los museos británicos, pero si son buenos embajadores de la calidad y  la categoría que siempre despacha nuestra gente.

“Volver a ser lo que fuimos hombres de luz, que alma de hombres les dimos”.

Natural de Sevilla; en la Rábita, el mar me bautizó; aprendí a caminar y hacer travesuras como cazallero; en Dos Hermanas la escuela me dio alas, la Hispalense un motor; luego en México, bravura y...