Cuando cae la tarde y el sol termina de recostarse sobre el Aljarafe, aprovecha y se me cuela en la taberna buscando sangre, su dósis de sangre diaria a la que es totalmente adicto… sangre encebollada o con tomate, según cuadre el día, o las ganas de guisar una cosa u otra que yo tenga.

Moe de Triana. No es otro que el Vampiro de Triana, un elemento de cuidao, conocido entre las gentes del barrio y sobre todo entre los taberneros del arrabal, que le tienen reservado un cuaderno exclusivo para apuntarle los piquitos que suele ir dejando de tasca en tasca.

– Cuando cobre un trabajito que tengo pendiente te pago las dos servessas de ayé, Moe.

– ¿Qué trabajito, miarma? Si el último currelo que tuviste fue de taquillero en la Expo… Anda, anda, que no eres tú nadie, Vampiro.

Esta escena se repite todos los días, o mejor dicho todas las noches. A veces son dos las servesitas, en otras ocasiones siete, pero la cosa es que siempre, siempre, pero siempre, me dice la misma frase con la misma templanza y el mismo marmo de Macaé.

Es de esos trianeros que veranean en el barrio, en Triana D´or, no se mueve de aquí en los tres meses de verano y si se tiene que dar un bañito, se lo da en la orilla de su Guadalquivir, su bañador de cuadros, sus chanclas y vámono que nos vamo, Callejón de la Inquisición abajo.

Reniega de la playa. Dice que no va porque allí hay mucha agua y mucha arena, y cuenta con tol arte del mundo, que no vaya a ser que a algún gracioso le de por llevarse algún día pallá cemento y la hormigonera y se líe el uno y el dos de mayo.

Bético hasta la médula, pero no se saca el carné…

Pa sacarme el carné tengo que í a la autoescuela y pa eso hay que levantarse mu temprano, comenta con guasa.

Hará cosa de unos meses que entró en la taberna cuando iba camino de la manifestación portando entre sus manos una pancarta hecha con una sábana de franela que decía:

Lopera, a ve si te va ya jartible, que amenazas más que el hombre el tiempo.

Su hermandá es la del Cachorro, no le faltan las estampitas de su Cristo en la cartera, pues como bien dice, para eso la tiene, pa guardar estampitas, porque ahí no se ve un billete desde que salía en el anverso del mismo, la cara de Benito Pérez Galdós. Llegó a salir de costalero hace algún tiempo, pero le cuadraron esos años de chaparrones y a la tercera intentona desistió en su empeño de llegar a la Catedral, no fuera a ser que tuviera gafe y que se debiera a su presencia bajo las trabajaderas los diluvios de Viernes Santo, aunque yo más bien pienso, al igual que muchos, que lo de escurrir el bulto se debía a que el cargar no era lo suyo, porque de verdá que él no carga ni con las bolsa del Mercadona. Desde entonces participa en el cortejo con su túnica y su cirio, como le habian enseñado en casa desde que era un chiquillo.

Después de esto que les he contao, ya conocen algo mejor a este pajarraco de la calle Antillano. Si se lo cruzan, tengan cuidao, ándense con ojo, que este es capá de sacarle la conviá al tío de un retrato…

¿Nos tomamos otra el viernes que viene? ¿Aro no?

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