Me enseñaron en el colegio, nos enseñaron a todos, que la Constitución era una ley de leyes. Acabamos de celebrar el aniversario de esa Madre de Leyes que hoy en día tan irreal y utópica nos parece. En ella se nos concede el derecho a la vivienda, a la igualdad y a un empleo digno, entre otras cosas.

Ciñéndonos a esa Constitución, una democracia en la que se expulsa a las personas de sus hogares condenándolos a una deuda de por vida, no se garantiza la igualdad de oportunidades entre pobres y ricos y mantiene un 27% de desempleo, no es tal democracia, por mucho que nos inviten a votar cada cuatro años. Ninguno de nosotros hemos elegido la reforma laboral que destruye empleo y crea pobreza, ni que familias enteras, con niños inclusive, sean desahuciadas, ni que los poderosos se enriquezcan sus bolsillos con privatizaciones que únicamente generan desigualdad.

Este mes de noviembre, en el que nos llegó el frío, también apareció la nueva ley de seguridad ciudadana. Cada vez encontramos más leyes diseñadas contra el pueblo, se legisla contra las personas mientras las grandes empresas aumentan los beneficios y los bancos nos arruinan con hipotecas abusivas y preferentes. No, querido lector, no somos nosotros los ilegales por manifestarnos y expresar nuestro deseo de que todo cambie, son ellos quienes incumplen la ley de leyes, son ellos los ilegales, los que se apoltronan en el poder.

En vez de reformar la Constitución deberían empezar a hablar de cumplirla, o puede que la primavera vuelva a llenar las calles de vida.

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Nace en Cádiz en 1981 y estudia Filología Hispánica entre la UCA y la UNED. Actualmente dirige los talleres de Escritura Creativa de El fontanero del Mar Ediciones. Organizador del festival poético...