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A que ya no tienes edad de buscar la teta, a las comidas buenas y las no tan buenas, a que no siempre tienes razón, a que no se puede hacer todo lo que quieras sin pensar en el resto, a que el planeta lo habitan más personas que tú mismo, a que no todo el mundo está en tu contra, a crecer, a que vuelvas a tener edad de buscar la teta aunque con otro objetivo bien distinto al de cuando eras bebé (…).

(…) A que esa chica que te gusta no quiere nada contigo, a aceptar que no llegarás a astronauta, o a bombero, o a deportista de élite o a ninguna de las profesiones que un día pensaste posible, a las primeras canas, a las primeras arrugas, a que ya no seas el protagonista de tu propia vida, a las resacas mucho más largas por juergas mucho más cortas que cuando eras más joven, a levantarte muy temprano la mayor parte de los días, a que manden los que no te gustan, a pasar mucho tiempo al día trabajando para algo que te importa más bien poco, a las injusticias cercanas y lejanas, al fallecimiento de seres queridos, al grito y el lloro injustificado de los pequeños de casa, a que compres más cosas de las que realmente necesitas, a las ideas preconcebidas, a las exageraciones del resto y a las tuyas propias, a que lo que diga la tele, la radio o internet sólo debe influir en un pequeño porcentaje en tu estado anímico, a que la normalidad, la rutina y la cotidianeidad siempre acaban venciendo a lo extraordinario, a que después de la Navidad llegará la Semana Santa, después la Feria y todas las típicas festividades de ciudades y pueblos de España en los que un toro o cualquier otro animal servirá de cachondeo de una gran cantidad de gente adulta y con estudios, a que después llegará el verano y tendrás un periodo vacacional que servirá para olvidarte de que lo que querrías hacer es exactamente lo contrario a lo que haces la mayor parte del año, para terminar con tres meses y un par de puentes hasta volver de nuevo a la Navidad y empezar otra vez el mismo ciclo repetido todos los años de tu vida, a que la felicidad no depende del destino, sino del camino, a que un simple rayo de sol en el rostro en una mañana invernal quizás sea lo único que necesites para que ese día haya merecido la pena.

La vida es acostumbrarse a muchas cosas y cuanto antes lo hagas, más pronto disfrutarás de ese singular rayo de sol, y así podrás reírte en la cara de la inclemente cuarta dimensión que amenaza cada día, semana, mes y año con hacerte más débil físicamente y más desubicado en tu contexto social.

Es sólo ese verbo el que puede vencer el paso del tiempo: acostumbrarse. Pero qué difícil resulta a veces llevarlo a cabo.

Biólogo de formación con filósofa deformación, escritor, autor de la novela 'La soledad del escribido' y del blog 'Mi Mundo Descalzo', ha sido infectado por dos moscas ciertamente peligrosas: una,...