El poder de las palabras como factores atrayentes de la atención del oyente o del lector resulta fascinante. Así, si en una conversación o artículo dices “Actividad recreativa de golpeo de una pelota con los pies” es posible que te hayas quitado, sin pretenderlo, una cantidad importante de público, mientras que si utilizas “fútbol” te aseguras unos cuantos incondicionales.

No obstante, la que más atención despierta, aquella que es capaz de detenerte en una pagina si aparece mientras lees un periódico, en un anuncio de la televisión o en un pop up de esos de internet es, sin duda, “sexo”. Crear un titular que incluya ese término o cualquiera que esté relacionado con esa temática te garantiza una buena cantidad de clics  en la noticia, y así se aprecia si paseamos por las diferentes noticias más vistas en las portadas digitales de cualquier medio.

Pero hay otra palabra que está copando el hasta ahora irrevocable reinado del sexo, y que no es otra que “Podemos”. El ochenta por ciento de los artículos de opinión y una gran cantidad de noticias de cualquiera de los grandes periódicos de tirada nacional, así como un porcentaje parecido de los debates televisivos de contertulios que parece que se juegan algo más que su propia profesionalidad en defender sus ideas al respecto, tratan sobre ese partido. A Podemos se le odia o se le ama, como ocurre con Cristiano Ronaldo. No confluyen en un punto intermedio, no consiguen promover un debate sosegado a su alrededor.

Podemos se ha convertido en una palabra rebosante de connotaciones completamente distintas y divergentes entre unas facciones y otras de la sociedad. La repetición continuada de esa palabra en la radio, televisión, periódicos, internet, conversaciones de barra de bar, de comida de navidad, de boda, de trayecto en coche o en autobús, o de encuentro en medio de la calle con un conocido al que no veías desde hacía tiempo, ha logrado desprenderle su sentido original y revestirla de morbo, de manera que lo importante ya no es saber su significado, sus ideas, o cómo llevarlas a cabo, sino conocer quién las defiende, por qué razón y buscar cualquier mínima causa para desacreditarles cruelmente o alzarles a los altares.

Son dioses o demonios, buenos o malos, demócratas o dictadores, constructores o destructores, utópicos o insensatos, pacifistas o terroristas, los únicos que dicen las verdades o unos auténticos mentirosos…

Al compararla con el anterior campeón de los titulares, “sexo”, quizás “podemos” no es más que una metáfora de esta, un polvo en el que el hombre dice que ha sido alucinante, mientras la mujer asegura que ha sido un churro. Definitivamente, alguno de los dos no se está enterando de nada.

Biólogo de formación con filósofa deformación, escritor, autor de la novela 'La soledad del escribido' y del blog 'Mi Mundo Descalzo', ha sido infectado por dos moscas ciertamente peligrosas: una,...