Las estructuras del sistema capitalista se esfuerzan en mitigar la visibilidad de un encuentro que cumple su XVI edición y que se mantiene fiel al lema de su fundación: otro mundo es posible, pero si se cambian las reglas de juego.

Hoy ha comenzado en la capital de Irán, Teherán, la Cumbre del Movimiento de países No Alineados (MNA) que perfilarán un discurso homogéneo, empresa harto complicada en tiempos de crisis mundial, y golpearán sobre el atril sus propuestas alternativas para construir un tablero de juego internacional lo más justo.

Pero no son un puñado de indignados adultos que rememoran tiempos mejores como se ha empeñado en afirmar la vicepresidenta estadounidense Hilary Clinton. Son 120 países representados por jefes de estado, cancilleres y altos ministros de los cuales 53 están en África, 40 en Asia, 26 en América Latina y 1, Bielorrusia, en Europa. Efectivamente son países situados en el Hemisferio Sur y que, curiosamente y siguiendo las pautas de Wallerstein, se encuentran en la periferia del sistema-mundo, subordinados a las directrices del tridente EEUU, Europa y Japón.

La gran mayoría de la prensa internacional pasará por alto este fin de semana los ítems que se van a tratar subrayando y centrando toda la maquinaria mediática en el enfrentamiento dialéctico entre el nuevo presidente egipcio, el islamista Mohamed Mursi, y el sirio Bashar al Assad.

Sin embargo, la astilla en el ojo ajeno es otra. Y quitarla da miedo. La celebración de la XVI cumbre en la capital persa tiene mucho simbolismo e importancia ya que significa volver a ecualizar el altavoz de los sin voz en la arena internacional: ya sea por la piedra angular y estabilizadora que significa Irán en términos geopolíticos en la región, por el rechazo frontal a la hegemonía estadounidense y por el unilateralismo implementado en la ONU, o por el reconocimiento libre de los pueblos a reconocer su autodeterminación. Sin embargo, esa no es la idea de Washington.

En definitiva, Irán toma el relevo de Egipto de forma oficial para presidir durante tres años el MNA, y el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, ya ha disparado los primeros dardos en su discurso de inauguración insistiendo en la necesidad de instaurar cambios en el actual mecanismo mundial: “El orden mundial debe ser sometido a cambios fundamentales”, además añadió que “el capitalismo está a punto de colapsar”.

Hay desde luego otra forma de actuar y ejemplos recientes en el ágora internacional lo demuestran. El pasado 2 de julio saltaba la noticia de la dimisión en masa en el partido del Gobierno de Japón por una polémica ley impulsada por el primer ministro, Yoshihiko Noda, que pretendía subir el IVA. La respuesta fue la renuncia de medio centenar de diputados y senadores. En Senegal, su presidente  Macky Sall, ha llevado a cabo a comienzos de esta semana su promesa electoral al suprimir el Senado y dedicar estos recursos económicos a un plan nacional para reparar los daños causados por las fuertes inundaciones, hasta el momento 22 muertos, y poder damnificar a los afectados. Cuestión de actitud.

Habrá que esperar qué da de sí la presidencia rotatoria del MNA en Irán y cómo se desencadenan los acontecimientos: presiones a Israel, desarme nuclear por completo, mayor peso de los países emergentes en la ONU o la demanda para la reestructuración del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. De momento, la partida ha comenzado en terreno iraní, veremos quién es el siguiente que mueve.

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