Yo no puedo ser otro. Si hay algo que sé, es esto.
Federico Fellini
Laura Rosal. La vida de los otros. La vida que no tenemos. “La vida soñada de los ángeles”. ¿Qué tienes tú? ¿Y qué quieres realmente tener? ¿Se parecen en algo tus posesiones y tus deseos? ¿Por qué a menudo la gente no está satisfecha con su vida, tiene otros sueños, aspira a más, pero siempre hay una realidad férrea que se lo impide?
Sí, siempre quiero más. Por suerte, no soy la única. Camino por la calle, miro las ventanas y el interior de las casas, me cuelo de puntillas en otras vidas (esto lo hacemos todos, sentirnos pasajeros del barco que no nos pertenece, dejarnos flotar de vez en cuando). Me cruzo con gente, les miro a los ojos. Les pregunto sin ser yo: mirada inquisitiva como máscara. Cuál, venga, dime cuál es tu historia. En El compromiso, de Elia Kazan, el protagonista se nos presenta como esa clase de hombre con una vida aparentemente repleta. Vida consumada. Hombre consumido. Un accidente le hace replantearse de pronto toda su existencia. La locura del convencionalismo. Y aún más sobre el sueño americano irrealizado: Revolutionary Road. Incisivo retrato del matrimonio ideal. ¿Ideal? Huir de esa vida alienada -plena, pese a todo- erigida a través del conformismo material.
Ocurre que a veces todo aquello con lo que habíamos soñado -podemos hablar del matrimonio, de un trabajo estable, de una vida cómoda- no nos satisface en absoluto. Y más aún, nos produce un vacío desconcertante. Ocurre que “a veces el vacío es tan grande que llega a ser precipicio”. Precipicio ininteligible y somnoliento, precipicio que taladra hondo. ¿Y qué hacer ahora? ¿Qué hacer con una vida en la cual todo encaja a la perfección pero en la que se intuyen las grietas y la flaqueza?
¿Y a qué vienen todas estas preguntas? ¿Qué es lo que realmente quiero decir? No lo sé, aún tengo veintiún años, me excuso, aún no he elegido ningún camino, o quizá demasiados. ¿Y por qué utilizo las citas de otros, por qué sus imágenes? Porque los siento dentro, muy adentro. Sentimientos que se acumulan y forman el pesado poso de los años. Y porque a veces, ya es demasiado tarde, tratamos de abrir la boca y ya no sale nada.