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Este jueves conocí sorprendida, sentada precisamente en un velador de La Buhaira, que nuestro insigne Zoido se quitaba su sempiterna chaqueta de alcalde para cambiarla por una casaca de ministro.

Y nada más y nada menos que del Interior. ¡Menuda cartera! Cualquiera hubiera pensado que la suya era la de Justicia, con el permiso del revalidado Rafael Catalá, lo que junto con la salida de su amada Sevilla no hace más que dejarnos a muchos atónitos con su nombramiento.

Zoido coincide con su predecesor en el cargo en mantener un perfil altamente religioso en este ministerio, siendo el suyo mucho más populista y folclórico, dicho sea de paso.

Si bien es cierto que Rajoy pierde a un catalán al frente de una cartera cuya cruzada institucional y personal contra el independentismo ha sido un punto fundamental en su quehacer, esta apuesta por atravesar España de punta a punta hasta acercar Sevilla a Moncloa puede responder a una viraje en este ministerio hacia una talante más cercano y amable. Lógicamente, no podremos -o no deberíamos- esperar que Zoido ministro actúe como Zoido alcalde. Las distancias cortas que tanto gusta, su dominio de los ambientes populares y folclóricos y su carisma para moverse como pez en el agua y sin despeinarse entre los tradicionales y heterogéneos sectores sevillanos poco le valdrán en Madrid, donde es un total desconocido como primera figura de la política nacional.

Si analizamos su trayectoria, Zoido es un político joven con escasa experiencia estatal y que a duras penas tiene experiencia como diputado (ni un año ha cumplido y en una legislatura que no debería ni computar). No obstante, esto no puede movernos a engaño: su alto sentido de la ley y el deber, su amplia trayectoria judicial y su carácter solemne y moralmente intachable (pasando de puntillas por el ERE de la faja pirítica de Huelva), lo sitúan como uno de los pocos pesos pesados territoriales que quedan sin pátina de corrupción para ostentar un puesto en un Gobierno que pretende presumir de confiable. Eso, y su estrecha relación con Arenas.

Tras su juramento en el cargo, estoy ansiosa por ver cuándo y cómo será su primera visita oficial a Sevilla, con la pompa y parafernalia correspondiente, no podía ser de otra forma. Además de la forma, espero que en su previsible no sencillo camino siga pensando y trabajando por esa Sevilla con la que tanto se ha llenado la boca en su etapa municipalista, tan abandonada por el Gobierno central y con tantos retos para seguir manteniéndose como una de las principales capitales de este país.

Señor Zoido, fuerza y honor.