maria jose santos 21nov15

Desde que sé que el Ayuntamiento de Sevilla no quiere gastarse más de 200.000 euros poniendo en riesgo el ‘Mapping’ de la Navidad 2015 estoy que no me hallo.

No sé si será por la diversidad de sensaciones plasmadas bajo las banderas #MappingSí o #MappingNo enarboladas estos días por los tuiteros sevillanos, o será porque ni los propios vecinos ni APROCOM se vienen poniendo de acuerdo históricamente sobre si contar o no con un ‘mapping’ repercute de alguna forma en las ventas.

Lo que sí sé es que, ante la falta de un patrocinador privado para este evento, que no se saquen 200.000 euros de las arcas públicas no es algo que me escandalice, siempre que este dinero pueda repercutir en otras actividades eminentemente culturales de incentivo público, de las que tanto adolecemos.

Porque el ‘Mapping’ es a la Navidad de Sevilla como la ‘Noche en blanco’ a la cultura: mucho postureo. Y si ya lo vinculamos a la persona del defenestrado Juan Ignacio Zoido, entonces nos encontramos lo que para muchos supone -erróneamente- un antes y un después, esto es, un punto de inflexión en nuestro concebir de la Navidad sevillana que desemboca en dos diferentes periodos: la Navidad AM (antes del ‘Mapping’) y la Navidad DM (después del ‘Mapping’).

A pesar de esto, cuando hablamos del ‘Mapping’ se nos olvida la problemática que supone la aglomeración de personas en un punto tan neurálgico como la Plaza de San Francisco. Que la cultura de la bulla de la que tanto nos gusta presumir no nos ciegue: el ‘Mapping’ es una ratonera en la que las medidas de seguridad brillan por su ausencia. Como en las sillas, por ejemplo, de La Campana, dicho sea de paso… Que el buen hacer del sevillano no nos exima de hacer sentir sobre quien corresponda el peso que eventos de este tipo supone en materia de seguridad por las miles de personas congregadas en pocos metros cuadrados, con salidas taponadas y con casi nulos accesos en casos de emergencia. Suerte que no lamentemos incidentes.

Pero sobre todas las cosas, el ‘Mapping’ se ha convertido, más que en una actividad navideña, en un símbolo de lo que se quiso vender como el resurgir del embellecimiento de Sevilla, de esa vuelta al ombliguismo sevillano que trae consigo el hedonismo embriagador de flores y luces para poner color a las sombras de la más dura crisis. Pero el comercio, las compras y el ánimo no se incentivan con audiovisuales sobre el agua o la historia de Sevilla. Por lo que menos ‘Mapping’ y más prosperidad, señor Espadas. Seguro que así defensores y detractores se ponen finalmente de acuerdo.