La irrupción de Podemos y de Ciudadanos hace que las elecciones andaluzas del 22 de marzo presenten más incertidumbres que nunca.

Los españoles, tan acostumbrados al juego del bipartidismo, miramos ahora con una mezcla de interés y miedo/ilusión (esto último dependiendo de cada uno) la posible formación de un parlamento más colorido y de un gobierno más ingobernable pero más representativo. Esta riqueza política, que sería una síntoma de salud en cualquier sociedad civilizada, supone un problema para un país que, apenas salió de una dictadura, se metió en un juego político de rojos y azules que ha terminado tornándose, tras varias décadas de turnismo, en un único color morado que va tirando a negro.

Como decía, en estas elecciones andaluzas hay más incertidumbres que nunca porque los viejos partidos no están acostumbrados a un contexto político que ya no pueden controlar: ¿cuántas y qué formaciones necesitarán pactar para formar gobierno?, ¿cuándo y cómo se acercarán los dos grandes partidos para asegurar su supervivencia?, ¿le valdrá a Susana Díaz con la historia de los fontaneros para que olvidemos que sólo ha vivido de la política?, ¿le valdrá a Moreno Bonilla las visitas desde Madrid para impulsar una candidatura de un perfil tan bajo?

Como decía, en estas elecciones andaluzas hay más incertidumbres que nunca porque sabemos que entrarán nuevos partidos pero es imposible predecir cuántos y cómo (a las elecciones europeas me remito): ¿quién tendrá un mayor ascenso: Podemos o Ciudadanos?, ¿quién tendrá la llave del futuro gobierno: Ciudadanos o Podemos?, ¿se hundirá IU tras la traición de sus antiguos socios en la Junta o podrá integrarse en un pacto de gobierno?, ¿después de la fallida experiencia, le quedarán ganas a IU para integrarse en un pacto de gobierno?, ¿cómo se tomará el eterno candidato de UPyD, Martín de la Herrán, su más que previsible enésima derrota? El jerezano comienza a acumular más fracasos en Andalucía que Javier Arenas y poco podrá culpar esta vez al establishment si tenemos en cuenta la subida del partido de Albert Rivera. ¿Conseguirá Ciudadanos poder suficiente como para civilizarnos y que, de una vez por todas, sobrevivamos sin necesidad de la caridad de Cataluña o Madrid?

Como decía, en estas elecciones andaluzas hay más incertidumbres que nunca, aunque una cosa sí que ha quedado bastante clara tras el debate del lunes por la noche: Juan Manuel Moreno Bonilla no presidirá la Junta de Andalucía. Es difícil encontrar un líder político con menos carisma que el malagueño, que lo más cerca que está a expresar una emoción es su media sonrisa con la que parece que romperá a llorar en cualquier momento. Con un historial político casi igual de sucio que el de Susana Díaz y con su cortita elocuencia, se mostró incapaz de ganarle en el cuerpo a cuerpo a una presidenta que está donde está porque domina como nadie el arte de las palabras con voces y sin ideas. Intelectualmente tampoco parece que Moreno Bonilla mejore lo presente; me hubiera encantado saber qué pasaba por la cabeza de un culto y siempre correcto Antonio Maíllo, que el lunes aguantó estoicamente en medio de dos políticos que se han criado en el viejo juego “y tú más” y que, como tal, no entienden otra forma de hacer y de explicar la política.

Como decía –y ya no me repito más- en estas elecciones andaluzas hay más incertidumbres que nunca: ¿iremos a mejor o a peor? Quién sabe… lo que es casi seguro es que, por fin, algo distinto va a pasar en Andalucía.

De madre sevillana y padre granadino, nació en Almería en 1991. En 2015 se tuvo que marchar a la Universidad de Groninga para poder estudiar la Sevilla moderna de verdad (la del siglo XVI). Es, además,...