Viviendas en Sevilla / SA

A mis compañeras heroínas. Ahora, también en casa.

Tú vas a la excursión del grupo de flamenco y pasas un día genial con las compañeras ¿otro día atrás?

Te apuntaste a casi todo, para estar todo el tiempo posible en la calle. La casa se te caía encima desde que faltó Manolo y, cuando llegue la noche, estarás tan cansada que la soledad no querrá quedarse contigo.

-¡Qué buen día hemos echado juntas!-te comenta Luisa, la de sevillanas.

¡Y qué pronto hemos vuelto, dice Paqui, de bolillos. Le pondré  yo la comida a Pepe, aunque él tiene para cenar, que ya le dejé anoche por si llegábamos tarde…

Tú la miras y asientes. Sabes que a Pepe nunca le ha gustado que Paqui esté fuera de casa pasadas las nueve de la noche. Al menos se dan compaña uno al otro.

Tú te dices que no eres como ellas. Hiciste el bachiller y luego te colocaste en unos laboratorios, más tarde trabajaste en un centro comercial y ahora te has jubilado con una buena paga. Sin embargo, muchas de tus compañeras no han cotizado siquiera. Lo de la casa no ha contado nunca. Por eso dependen del sueldo del marido o de la pequeña paga que les quedó de viuda.

Mientras tú estudiabas, tus hermanas mayores se habían colocado en los almacenes de aceitunas o en la fábrica de papel. Habían preparado el ajuar (sábanas y toallas bordadas, batería de cocina, plancha…todo pagado a dita en El Chuchi o en cómodas letras de Saturnino) con el dinero ahorrado después de entregar el sobre con el sueldo a tu madre.

Hoy, por unas horas creerás que el mundo es sólo para ti, como dice la canción de Bebe. Llegas a Cádiz y crees, como las de Pilates que aquel barco inglés de once pisos, atracado en el puerto es el destino de la excursión y que emprenderéis un  crucero por el océano Atlántico.

La mejor sonrisa para la foto, que difundiréis en todos los grupos de guasa.

Algunas se las enseñaréis a los hijos para que los nietos vean cómo se divierte la abuela con sus amigas.

Mañana volverás a levantarte temprano para estar allí antes que el hijo o la hija salga para el trabajo, con tal de ahorrarle el tener que pagar una muchacha, porque los pocos colegios que tienen aula matinal a esas horas son muy caros. ¡A ver si ya son grandes y se van solos, que esta pensión se te hace más pesada que cuando ibas a trabajar por la mañana temprano y después hacías en casa otro segundo turno…Y tan contenta. Era lo que querías: trabajar fuera de casa.

Deseando- y temiendo- jubilarte, porque ya sabías por tus amigas lo que era eso, cargarse de nietos. No les había dado tiempo a disfrutar de un viaje con el marido, porque siempre lo habían ido dejando para después.

-Los hijos son lo primero y hay que ayudarlos con los chiquillos, te decían.

Estas muchachas, que pasan de los sesenta están que se cogen una oreja y no se alcanzan la otra.

Pero todo eso no importa porque hoy están celebrando la  vida, tomando un café con las amigas, cogiendo fuerzas.

Y cuando vuelvas a casa, tú no verás como otras esa cara larga del marido que le durará tres días cada vez que van a una excursión,

-Si quieres ir, ve…¡yo me avío con cualquier cosa!

Y el día anterior, tú sabes que ellas limpian a fondo la casa, hacen varias comidas, para que luego no diga, aunque saben que se tomará unas tapas en el bar.

Pero a ti te da igual. Tú te acuerdas de Cádiz, de la brisa del mar, de la calle Ancha donde te contaron historias de libertad.¡Qué risa cuando os pusisteis aquel pañuelo en la cabeza, para la foto! Parecíais  las muchachas que requerían en el almacén de aceitunas de Riaño, allá por los años setenta.

Esta noche, antes de acostarte, pasas una hoja del almanaque y pones una cruz sobre el día de la próxima excursión.

Te despiertas y ves que el almanaque está lleno de cruces: desde el día 14 de marzo no sales de casa.

Maestra, especialista de francés. Titulada por la Escuela Oficial de Idiomas, colabora en La Voz de Alcalá desde el año 2003 y en el periódico local 'La higuerita' de Isla Cristina desde el año 2010....