SEFF 19 / SA

Durante la “Expo 92” aprendimos a hacer cola para visitar los pabellones que irremediablemente desaparecerían en tan sólo ocho meses. Y, desde entonces, lo llevamos en nuestros genes.

¡Qué gusto salir de una película y ponerte en la siguiente cola. Una maravilla-estás en Sevilla-!

Tanta gente enamorada del séptimo arte…Un festival de intelectualidad. Cada uno comentando la película que vas a ver a continuación. ¡Qué nivel! Hay ganas de cine, de conocer otras propuestas de lugares tan cercanos y tan poco conocidos.

-Esa película no debe ser muy interesante, a penas si hay gente en la cola…

-Tenemos que ir a la de la fila 14, que tiene mucha más gente.

La sala está a rebosar y apenas si puedes moverte en tu sitio.

No hagas ningún comentario porque enseguida te sale un “cinéfilo” que te manda callar:

-por favor, ¿quieren estar en silencio?

Pero todo te da igual cuando aparece la directora de la película acompañada de uno o varios actores.

¡Qué gozo aplaudir antes y después de la película!

Este año, lo mejor del festival ha sido sin duda su organización: muchos jóvenes pendientes de que llegues a la sala en tiempo y disfrutes con la película¡Chapeau!

En el  SEFF por tan solo 40 euros has logrado visionar una decena de películas recién estrenadas, dos o tres diarias. ¡Qué semanita! Al final del día no te acuerdas de muchos de los títulos  y empiezas a mezclar secuencias y a cambiar finales…

Nada que ver con el cine de hace décadas y menos con el cine que veías cuando chica: en Pruna había un sólo cine al que ibas con tus amigas todos los domingos por la tarde que te costaba apenas tres pesetas.

En Alcalá había varios cines, de verano y de invierno.

Casi todas las películas que echaban eran del Oeste, aunque en el lote que nos vendían los americanos, tambien entraban algunas románticas, de Marisol o de Rocío Durcal o Tarzán.

El cine, en mitad de la plaza tenía una taquilla que daba a la calle y allí, media hora antes hacíamos cola para comprar la entrada, que luego entregábamos a  Emilio, «el acomodador»  y que nos colocaba en nuestros sitios. Si alguien llegaba tarde o con las luces apagadas ya, Emilio te alumbraba con la linterna.

La primera película que vi fue «Pelusa», repuesta por la tele el mes pasado.

Al final, si ganaban los buenos, aplaudíamos sin parar hasta que el acomodador abría la puerta de la calle y no echaba fuera.

Antes de cada sesión  ponían  el NO-DO y teníamos que verlo entero, todas las veces.  Todos comíamos pipas  esperando que, por una vez,  ganaran “los indios” o ver el beso final de la película. Pero, siempre,  Emilio  encendía  la luz… Porque la censura nos cortaba muchas escenas.

Las parejas se ponían en la última fila, y allí, en la oscuridad, se hacían novios, atentos al “tío de la bicicleta” que era como llamábamos al acomodador para que no las  encandilara con su linterna y les llamara la atención.

Ya no hay “acomodador” aunque estos chavales que ahora se llamarán azafatos nos hayan acomodado tan bien.

¡Has vivido durante el festival tantas realidades…!

Te has divertido con La Mafia, que ya no es lo que era, has sido la heroína en Juana de Arco, has tenido fe a la manera de  El joven Ahmed, directora de teatro en  I do not care if we go dow in history barbarians, fuiste soldado en La France, y  deseaste, como Violeta no coge(r) el ascensor.  Te has sentido extranjera en tu tierra y en tu ciudad como la protagonista de  Take me somewhere nice y cómplice de Jade en Dyrty god  para ser definitivamente, La reina de los lagartos.

¡Que viva el cine, que vivan los sueños!

Maestra, especialista de francés. Titulada por la Escuela Oficial de Idiomas, colabora en La Voz de Alcalá desde el año 2003 y en el periódico local 'La higuerita' de Isla Cristina desde el año 2010....