Durante los últimos años, he estado leyendo e investigando sobre las fuerzas, en gran parte difíciles de controlar, que modelan nuestra sociedad y nuestro comportamiento. Factores como el desarrollo tecnológico no solo han cambiado la forma en que la sociedad se organiza económicamente, sino que también han influenciado en cómo nos relacionamos con los demás.

Pero no todas las fuerzas que nos afectan son tan abstractas como la tecnología. Existen otras que son dominadas por la población, o por una pequeña parte de la misma, y que pueden tener un efecto igual de influyente, como es el caso de la enseñanza de la historia. La interpretación de cómo se ha forjado nuestro pasado influencia de forma significativa nuestras ideas en el presente. Pensad, por ejemplo, en las lecturas tan distintas que se hacen en España sobre el origen o las consecuencias de la Guerra Civil, dependiendo de la ideología política de cada uno.

Si creéis, como yo, en el poder de la historia para crear identidades, cultura e influir en nuestra conciencia colectiva, hay una pregunta que, seguro, ya os habréis planteado: ¿quién escribe nuestra historia? En la escuela nos enseñaron que la respuesta a esta cuestión es sencilla: una gran parte de lo que conocemos viene de las regiones más influyentes, en el ámbito político y/o económico, y que a día de hoy vemos como vencedoras de algún tipo de conflicto.

Llevo un tiempo replanteándome esta respuesta cliché. La mayoría de lo que me enseñaron sobre la historia reciente de España, o de Andalucía, se basa principalmente en lo acontecido en las regiones con un mayor número de habitantes. Sin embargo, mi procedencia es muy distinta a la de los principales actores de la historia oficial, ya que soy de una región rural y poco poblada. Por lo tanto, la historia que me han contado desde pequeño, no la considero ya como representativa de mis antepasados, o al menos no en su totalidad.

Una de las obras que han hecho replantearme esta cuestión es ‘La Historia de Olvera, 1700-2000’, escrita por Francisco Medina Rayas, que trata sobre los acontecimientos más importantes de una localidad, en la cual he crecido, situada en la Sierra de Cádiz. Este libro resalta de una forma maravillosa el gran legado cultural e histórico que un pueblo con una población relativamente pequeña, alrededor de 8.000 habitantes, alberga. También, su lector puede intuir la importancia que la tradición e instituciones eclesiásticas tenían en la población, una simbiosis de la que todavía quedan rastros.

Otro aspecto que se puede apreciar es el de una población hundida en la miseria de forma mayoritaria hasta que, finalmente, los beneficios del desarrollo económico comienzan a llegar a la región, que hasta hace poco estaba mal comunicada. El autor recoge de forma detallada la forma en que el tejido empresarial olvereño experimenta un enorme cambio a partir de los años 80. Tener esta perspectiva hace que uno se sienta orgulloso de lo que nuestros antepasados y vecinos han conseguido, y de lo que queda por hacer.

Además del gran contenido histórico del libro, ¿sabéis qué es lo más maravilloso de él? Su escritor no se ha dedicado durante toda su vida de forma profesional a la investigación o la escritura. No lo conozco personalmente, pero tengo la sensación de que Francisco Medina ha escrito su libro con un trabajo y una fuerza de voluntad enorme.

Creo que la importancia de estos libros es difícil de apreciar a día de hoy porque lo global en muchos casos predomina sobre lo local, y las grandes ciudades son las únicas que parecen resistir el paso del tiempo. Sin embargo, estoy seguro de que el trabajo de Francisco Medina, y el de muchos otros que como él han realizado una labor excelente en sacar de las tinieblas del pasado a regiones rurales, será reconocido en el futuro. Las palabras de agradecimiento al pueblo de Olvera que su autor escribe en la introducción serán devueltas: gracias por no dejar que nuestra historia se apague con la partida de los más mayores. Gracias Francisco, por este libro.

De padres gaditanos, nació en la Alemania dividida de 1987. Lo único que tiene claro es que la humildad y el olor de su tierra no se le han olvidado y que, a pesar de que cada región es especial en...