Hace unos días, una exministra del Partido Popular – Isabel García Tejerina – hacía unas declaraciones bastante desafortunadas en Los desayunos de TVE, donde afirmaba que un estudiante andaluz de diez años sabe lo mismo que uno de Castilla y León de ocho años.

Añadiendo más leña al fuego que encendió Tejerina en los medios españoles, un conocido comentarista político – Jorge Verstrynge – ha salido en defensa de la exministra argumentando que el sistema educativo en Andalucía presenta resultados poco satisfactorios, porque los estudiantes se dedican a beber rebujitos o irse de tapas.

Sin entrar a valorar la calidad de estos comentarios – creo que su falta de contenido y, sobre todo, de sentido común hablan por sí solos – me gustaría destacar en este artículo que las declaraciones de estos personajes públicos tienen unas implicaciones que han podido pasar desapercibidas en muchos casos, y que nada tienen que ver con la realidad.

Por ejemplo, en el caso de Tejerina, los próximos comicios autonómicos en Andalucía nos pueden hacer suponer que intentaba tratar de arremeter contra la gestión de Susana Díaz. Con respecto a Verstrynge, es difícil saber cuál era su motivación, ya que directamente culpaba a los andaluces de, ya sabéis, lo de siempre.

En cualquier caso, lo que ambos tratan de decirnos es que la culpa de los resultados insatisfactorios del sistema educativo andaluz, en términos medios, la tenemos los andaluces por nuestra ética del trabajo y por votar a Susana Díaz. Para demostrar lo equivocados que están, y los que piensan como ellos, en este artículo me gustaría proporcionar una perspectiva histórica sobre diferencias regionales en materia educativa.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que las diferencias actuales entre comunidades autónomas en términos educativos no son nuevas. Usando algunos datos públicos de historiadores económicos (más abajo os dejo algunas referencias), podemos ver claramente como ya a mediados del s. XIX existían enormes brechas educativas entre regiones españolas.

Por poneros un ejemplo, en 1860 la tasa media de alfabetización en Andalucía y Extremadura estaba alrededor del 22 por ciento, mientras que en Madrid y Cantabria era del 50 por ciento. Por lo tanto, las diferencias educativas entre regiones a día de hoy tienen un importante componente histórico que va más allá, incluso, del siglo XIX.

La segunda cuestión que me gustaría resaltar, es que las comunidades autónomas que a mediados del s. XIX tenían una tasa de analfabetismo elevada, presentan peores resultados en el informe PISA, el cual mide el conocimiento y las competencias de alumnos de entre 15 y 16 años.

Esto, a la vez que sorprendente, nos muestra claramente que deberíamos desechar argumentos que, exclusivamente, hacen referencia a fenómenos recientes para explicar las diferencias educativas entre regiones, ya que han persistido durante más de 150 años. En otras palabras, no podemos acusar a Susana Díaz de los niveles de educación en 1860 que han continuado hasta el presente, o de que la ética de los jornaleros andaluces no fuera la adecuada en unos años en los que trabajaban de sol a sol por una miseria de jornal.

Pero, entonces ¿qué explica esta persistencia? ¿Podemos romper con esta tendencia que tanto perjudica a los andaluces? Trataré de responder a estas preguntas en el siguiente artículo, ya que aquí tan solo quería resaltar las implicaciones tan desafortunadas y sin base de ningún tipo que las declaraciones de Tejerina y Verstrynge conllevan, más allá de insultar a millones de personas.

Además, me gustaría dejar claro que este artículo no está tratando de defender la gestión del PSOE en nuestra comunidad, ya que, después de estar en el poder durante décadas, no han sido capaces de poner Andalucía a la altura que se merece. De forma similar, tampoco trato de apoyar a los representantes del Partido Popular ya que, a pesar de no haber gobernado en nuestra comunidad, el problema de las diferencias regionales educativas en España es tan complejo que, probablemente, requiere de políticas nacionales de gran calado que no se han realizado.

Tenemos que ser conscientes de los problemas que nuestra comunidad tiene que afrontar en un futuro, y el ámbito de la educación es uno de ellos. Si conocemos nuestra historia y su complejidad, entenderemos lo que nos queda por hacer, para así estar más cerca del sueño de Blas Infante: vivir en una Andalucía a la vanguardia en todos los aspectos de una sociedad moderna.

Para aprender más sobre las diferencias históricas en materia educativa en España, recomiendo la lectura de:

 

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