No sé si recuerdan, allá por el año 2012, la restauración del mural de un “Ecce Homo”, de una iglesia de Borja, en la provincia de Zaragoza, por parte de una feligresa. La fallida restauración dio la vuelta al mundo porque su resultado fue un fenómeno humorístico al que en internet llegaron a llamar el “Ecce Mono“, por el parecido de la nueva imagen con un simio. La feligresa, Cecilia Giménez, una señora  de más de ochenta años aficionada a la pintura, y su trabajo, alcanzaron fama casi planetaria.

Algo que esperemos no ocurra, para nuestro sonrojo, con la restauración del órgano del Convento de Santa Inés de Sevilla. Y no porque las monjas de Santa Inés se hayan dedicado, herramientas en mano como la restauradora de Borja, a desmontar y reparar el órgano que inmortalizara Bécquer, en una de sus más famosas leyendas, la de “Maese Pérez, el organista”, sino por la multa desproporcionada con que la Junta de Andalucía pretende condenar a las monjas por no haber solicitado permiso para que una empresa especializada acometiera la restauración.

Y digo bien condenar, porque una multa de 170.000 euros, en los tiempos que corren, a una clausura es una condena casi confiscatoria porque supongo que, llegado el caso, tendrán que subastar el convento para hacer frente al correctivo. Al que ha cometido la tropelía bien le podríamos aplicar la sentencia de la propia leyenda becqueriana: “pues si Maese Pérez no le arranca con su órgano lágrimas como puños, bien se puede asegurar que no tiene su alma en su almario, sino friéndose en las calderas de Pero Botero…”

Y es que, más veces de las que nos gustaría, las actuaciones de la Junta de Andalucía son para echarse a llorar; de manera que la Junta de Andalucía no se daba cuenta de que un Bien de Interés Cultural se caía a pedazos y no hacía nada por evitarlo, y se dedica a sancionar a quién salva nuestro patrimonio histórico. Visto lo visto, no nos extraña nada dada su aquilatada actitud invigilando y malversando las arcas públicas con las subvenciones millonarias de los ERES fraudulentos y los cursos amañados de formación.

Lo de las monjas de Santa Inés esperemos que tenga remedio porque lo del dinero esquilmado de nuestros impuestos no lo volveremos a ver nunca más porque, como se dice en la leyenda de “Maese Pérez, el organista”: ¡aquí hay busilis!

El busilis, que no es más que el quid de la cuestión, no es otro que la Ley de Hacienda Pública de Andalucía que establece que pasados cuatro años al ladrón se le puede echar el guante pero no se le puede quitar la cartera para que devuelva lo regalado y robado. La “convidá” la pagamos entre todos, incluidas las hermanitas de Santa Inés, a las que tenemos que agradecer que siga existiendo el órgano de su convento para que Maese Pérez, el organista, pueda volver a tocarlo cada Nochebuena.

Hijo de un médico rural y de una modista. Tan de pueblo como los cardos y los terrones. Me he pasado, como aparejador, media vida entre hormigones, ladrillos y escayolas ayudando a construir en la tierra...