Dice un proverbio que “las armas las carga el diablo” porque casi siempre son sinónimo de muerte. En eso seguro que todos estamos de acuerdo; pero si añado además que a “los referendos también los carga el diablo” probablemente más de uno no compartirá el aserto porque pensará que un referéndum es el instrumento más democrático de que dispone una sociedad, algo que, en teoría, no parece discutible a priori, aunque yo me esté permitiendo el lujo de hacerlo en un momento, como el actual, en el que muchos claman por él como si fuese el maná que caerá del cielo para aplacar tantos desvaríos como venimos padeciendo.

A propósito de armas, recuerdo una película de 1978, año muy constitucional y refrendario, por cierto; se trata de “El cazador”, de Michael Cimino; la cinta me dejó impactado por la terrible crudeza de la historia que narraba, ambientada en la guerra de Vietnam. En el filme, Robert de Niro y Cristopher Walken interpretan, magistralmente, a dos soldados a los que sus captores del “Vietcong” obligan a jugarse la vida a la “Ruleta Rusa” con un revólver de tambor en el que sólo hay una bala. No voy a destripar la historia por si alguien quiere verla, pero la he traído a colación porque creo que apostar el futuro de toda una sociedad a la Ruleta Rusa de un referéndum es muy arriesgado porque puede que el tambor lo cargue el diablo y esté repleto de balas: balas de demagogia, de sectarismo, de odio, de desprecio, de olvido y de prejuicio. Ni siquiera un referéndum pactado garantiza que, en el último momento, no salga una bala del cañón.

Ejemplos claros y recientes de referendos fallidos tiene la historia. Uno de ellos fue el referéndum de Colombia para que el pueblo ratificara el acuerdo de paz alcanzado entre el presidente Santos y la guerrilla de las FARC después años de negociaciones; al final el pueblo colombiano dijo no a lo pactado.

Matteo Renzi, primer ministro de Italia, tuvo que dimitir porque el pueblo italiano votó no a la reforma constitucional que propuso para modernizar las estructuras del Estado. En Francia, el referéndum para ratificar la Constitución Europea, no salió adelante y dejó en vía muerta uno de los proyectos más ambiciosos para crear un espacio político común para todos los europeos.

¿Votaron los colombianos en contra de la paz? ¿Votaron los franceses en contra de la constitución europea? Parece ser que no, porque una parte de los colombianos lo que hizo al acudir a las urnas fue castigar a su presidente, lo mismo que hicieron los franceses contra las políticas sociales de Jacques Chirac; no votaron contra la propuesta del referéndum europeo, lo hicieron contra su presidente. En Italia ocurrió lo mismo; los italianos no dijeron no a la constitución, simplemente castigaron a Renzi.

Aquí, lo más reciente, aparte del referéndum de la constitución europea en el que por cierto el 81,65% de los españoles votó sí, aunque muchos ahora renieguen de Europa, el referéndum más sonado fue el de la entrada en la OTAN. En el año 1982 el PSOE de Felipe González llegó al poder con una rotunda victoria que le otorgaron más de diez millones de españoles con su voto; uno de los eslóganes más destacados de aquella exitosa campaña fue: “OTAN, de entrada, NO”. A pesar de la promesa electoral, Felipe González convocó un referéndum en 1986 para defender lo contrario de lo que prometió años antes. No sé quién cargaría el arma de aquel plebiscito, pero lo cierto es que nueve millones de españoles, de los diez que lo auparon al poder, aceptaron pulpo como animal de compañía. ¿Los españoles votaron sí por amor a la OTAN o lo hicieron encandilados por el verbo del carismático e idolatrado, por entonces, presidente del gobierno?

Como los referendos a veces los carga el diablo, como ya dije; si hoy hiciéramos un referéndum pactado en toda España para consultar sobre la independencia de Cataluña, puede que en Cataluña dijeran no a la independencia y en el resto de España dijeran sí, aunque algún madridista recalcitrante votaría que no para que los catalanes del Barça no ganaran ni en los entrenamientos ni en los referendos y seguro que algún culé haría lo contrario por idéntico motivo; la pregunta del referéndum les traería sin cuidado. Y que conste que yo estoy a favor de un referéndum; pero un referéndum con mayorías cualificadas porque es tan legítima la mitad más uno que la mitad menos uno.

Hijo de un médico rural y de una modista. Tan de pueblo como los cardos y los terrones. Me he pasado, como aparejador, media vida entre hormigones, ladrillos y escayolas ayudando a construir en la tierra...