manuel-visglerio-25-04-17

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas no se ha dado un resultado apoteósico o catastrófico como muchos presagiaban. Apoteósico por espectacular, por aparatoso. Durante la campaña todo presagiaba algo a lo grande a juego con el aumentativo de los apellidos de los principales candidatos: Mélenchon, Fillon, Macron y Hamon, o con el discurso ultranacionalista y xenófobo de la única candidata: Marine Le Pen.

La caída de los partidos tradicionales estaba descontada por la división socialista y por la sombra de la corrupción sobre el candidato derechista François Fillon. El electorado, finalmente, ha tirado por la calle de en medio y le ha dado la victoria al centrista Emmanuel Macron.

La apoteosis catastrófica vaticinada no se ha dado, aunque cerca ha estado porque los resultados entre el ganador Macron y el cuarto candidato Jean-Luc Mélenchon, no han diferido en más de cuatro puntos porcentuales. La apoteosis que unos esperaban y la catástrofe que otros temían no se ha producido dado que los candidatos antisistema del Frente Nacional y del movimiento “Francia insumisa”, el “Podemos” francés, no han logrado un apoyo mayoritario para su discurso anti europeísta; unos contra el modelo político-económico imperante en la Unión Europea y otros contra la propia existencia de la misma.

Ninguno de los dos candidatos extremos ostentará la presidencia de la República Francesa porque, aunque Marine Le Pen ha logrado pasar a disputar la segunda vuelta, parece claro que no tiene posibilidades ya que todos los candidatos, salvo el propio Mélenchon, han anunciado su apoyo a Macron que será, casi con toda seguridad, el nuevo presidente de la República; a no ser que a las bases de “Francia insumisa” se les vaya la olla y decidan rememorar un pacto al más puro estilo Ribbentrop- Molotov, con el Frente Nacional.

Al final, las elecciones en Francia, han tenido una continuidad en clave continental: la crisis económica se ha llevado por delante a una nueva víctima política, en este caso Françoise Hollande, al igual que hizo antes con Nicolás Sarkozy. Nadie, en Europa, ha podido mantener el poder frente a la crisis; aquí laminó a Zapatero, y en el resto de Europa a Gordon Brown, en Gran Bretaña; a Cavaco Silva, en Portugal; a Silvio Berlusconi, en Italia; a Andonis Samarás en Grecia y a otros muchos líderes políticos de partidos tradicionales del viejo continente que han pagado los platos rotos del malestar de los ciudadanos europeos por sus acciones o por sus omisiones.

Solo una lideresa ha salido incólume, al menos de momento, en esta sangría: Angela Merkel. ¿Por qué ha sobrevivido al magnicidio político? ¿Ha tenido que ver la “gran coalición” entre su partido, la CDU, y la oposición de izquierdas, el SPD, para que ambos salvaran el pellejo y de camino a la economía alemana, en lugar de tirarse a degüello unos a otros como ha ocurrido en el resto de Europa? Pudiera ser.

De ser cierta la premisa, si otros hubieran antepuesto los intereses generales a los de sus partidos a lo mejor ahora no vivirían en la miseria política o electoral; si no que le pregunten a los socialistas franceses y a su candidato Benoit Hamon, al que no lo han votado ni sus propios militantes; quiso parecerse tanto a Mélenchon que la gente ha acabado votando al auténtico. Un partido como el PSF, que presenta a un candidato que dimitió como ministro porque estaba en contra de la política económica del presidente de la República de su propio partido, Françoise Hollande, y apoyó una moción de censura al primer ministro de su propio partido, Manuel Vals, ha perdido estrepitosamente unas elecciones que las ha ganado un antiguo militante socialista y exministro del gobierno de Vals, que abandonó las filas harto de las luchas internas y creó su propio movimiento político. Al final se ha demostrado lo que dice el refrán, que “no hay peor cuña que la de la misma madera” o lo que dice aquel otro, que “al que no quiere caldo, que tome dos tazas”. Queda todavía dentro de la paremiología una sentencia para la reflexión de los socialistas de este lado de los Pirineos: “Si las barbas de tu vecino ves cortar, pon las tuyas a remojar”. Seguro que en esta pasada Semana Santa, más de un militante socialista, viéndolas venir, habría lanzado a sus líderes una pregunta muy de pasión y muy cinematográfica: ¿Quo vadis? 

Hijo de un médico rural y de una modista. Tan de pueblo como los cardos y los terrones. Me he pasado, como aparejador, media vida entre hormigones, ladrillos y escayolas ayudando a construir en la tierra...