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Acabo de leer el discurso de agradecimiento que pronunció Meryl Streep, mi admiradísima Meryl Streep, al recibir el galardón honorífico “Cecil B. de Mille”, de los Premios “Globo de Oro”, en reconocimiento a su carrera de actriz.

Ella, sin nombrarlo, se ha referido al nuevo presidente de su país y ha recordado a todos aquellos a los que éste ha atacado en su campaña para ganar las elecciones: los actores de Hollywood, los extranjeros y la prensa. Ha recordado los orígenes foráneos de muchos actores y actrices famosas y defendido la nacionalidad diversa de muchos de ellos; “si nos quieren echar a todos se van a quedar sin nada que ver más que fútbol y artes marciales mixtas que no son arte…”. El momento más conmovedor del discurso, al menos para mí, llegó cuando recordó cómo, en una rueda de prensa, el que será nuevo presidente de los Estados Unidos, humilló a un periodista discapacitado imitando y mofándose de su discapacidad. “Eso me rompió el corazón” dijo la actriz, y las palabras siguientes las voy a reproducir íntegramente porque me parecen una lección que a todos nos concierne: “Todavía no puedo sacármelo de la cabeza porque no era una película, si no la vida real. Ese instinto de humillar a alguien en público, por un poderoso, se filtra dentro de la vida de todo el mundo, y de alguna manera da permiso para que otra gente haga lo mismo. La falta de respeto invita a la falta de respeto. La violencia incita a más violencia. Cuando los poderosos usan su posición para abusar de otros, todos perdemos…”.

De todas estas afirmaciones de Meryl Streep me quedo, sin duda, para comenzar el año, con la más profunda de todas las que dijo, que fueron muchas: “La falta de respeto invita a la falta de respeto”. Esta sola frase me hizo recordar, nada más leerla, una entrada en el Facebook de mi amigo Francisco, padre de un niño autista, a propósito de los cohetes que lanzaron en la cabalgata de reyes: “Los niños autistas preguntan esta noche que ¿quiénes tiran cohetes que hacen daño a sus oídos si los reyes Magos no quieren? ¿Los autistas ya no podrán nunca más ver la cabalgata en las calles de nuestro pueblo? ¿Se tendrán que quedar siempre en sus casas? ¿Tan importante son los cohetes?”.

Reflexionar, como Meryl Streep y como mi amigo Francisco, sobre la indefensión de los débiles y practicar responsablemente el acto de la empatía, sobre todo con los que más la necesitan, debería ser suficiente para que viviéramos en un mundo mejor. Desgraciadamente para la mayoría de nosotros estas frases acaban siendo sólo bonitas palabras.

Hay algo peor que la falta de respeto y acontece cuando el gobernante hace dejación de sus funciones para evitar los desmanes de unos pocos porque, entonces, aunque nos afecte a todos hay quienes pierden mucho más que la mayoría: pierden los más débiles, como el hijo de Francisco, que además, por desgracia, ni siquiera se puede defender porque, en su caso, los poderosos son la mayoría y la poca empatía que están dispuestos a practicar es banalizar la realidad con frases como: ¡total si sólo son cuatro cohetes y es una vez al año!

Hijo de un médico rural y de una modista. Tan de pueblo como los cardos y los terrones. Me he pasado, como aparejador, media vida entre hormigones, ladrillos y escayolas ayudando a construir en la tierra...