manuel-visglerio-21-de-junio-2016

Como reza el estribillo de una canción veraniega: “el verano ya llegó, ya llegó, ya llegó y la fiesta comenzó, comenzó, comenzó…”. Bueno, comenzar hace tiempo que lo hizo; me refiero a la campaña electoral.

Una fiesta que ha resultado un poco aburrida, quizás porque la gente está ya un poco cansada de las mismas canciones repetidas una y otra vez. 

Aunque es verdad que la música ha sido la misma, la novedad ha sido que las letras han diferido bastante desde la última fiesta que se organizó a las puertas de la navidad. Y no es que antes cantaran villancicos y ahora interpreten salsa, es que antes nadie quería bailar con nadie y ahora todos se pelean por buscar pareja y si hay que cambiar la letra de la canción y ponerse una camisa floreada, pues se hace. 

Y, lo que son las cosas, aquel que en diciembre era feo y nadie lo sacaba a bailar, ahora es el centro de todas las miradas y, por contra, la que entonces lo bailaba todo ahora está empezando a ver que se va a quedar toda la fiesta sin bailar porque no termina de gustarle a nadie y, claro, desesperada se está dedicando a pregonar los defectos de los demás y a anunciar que está dispuesta a cambiarlo todo: la música, la letra y hasta los pasos de baile si hace falta.

Después, el veintiséis, ya veremos a quién le seguimos cantando el estribillo de la canción veraniega: “el verano ya está aquí para hacerte feliz”, porque feliz, lo que se dice feliz, según pronostican las encuestas, no va a quedar nadie porque después de tanto baile cabe la posibilidad de que el jurado anuncie un veredicto muy parecido al del baile de diciembre y entonces, probablemente, lo que ocurrirá es que nos darán el verano a todos. Bueno, nos darán el otoño a la vuelta del verano, porque el verano en este país tiene la virtud o el defecto, vaya usted a saber, de pararlo todo.

Así que yo, como decía Serrat, voy a plantearme muy seriamente, no dejar de fumar que eso ya lo logré hace unos años, voy a plantearme muy en serio desconectar de todo y me dedicaré, como todos los veranos, a gazpachear con tomates de mi pueblo, a trasegar cervecitas frescas y algún que otro gin-tonic y, sobre todo, a invitar a todos ustedes a que lean la novela que he escrito que se titula: “El asesinato de la Casa de los Libros y otros matariles”; y lo demás quedará para el otoño porque, como dice la canción de Serrat, las musas también andarán de vacaciones.

Hijo de un médico rural y de una modista. Tan de pueblo como los cardos y los terrones. Me he pasado, como aparejador, media vida entre hormigones, ladrillos y escayolas ayudando a construir en la tierra...