Hay cosas muy importantes que parecen banalizarse cuando se convierten en modas. En este tiempo de newcoatching con la psicología puesta al servicio del mejor postor, como siempre, tenemos esa lógica capitalista disuelta en el oxígeno que respiramos, reivindicando empatía, inteligencia emocional, y cosas que manipuladas acaban diciendo: Ponte en mi sitio para que pueda convencerte mejor. 

No sabía que ninguna película me había inmunizado para aquello. Paseaba, o pasaba, por el campo de concentración con la incredulidad inocente de quien reconoce el sitio, como una espectadora, como una persona que se sabe ajena al dolor y al sufrimiento de aquel lugar por el paso de los años y la Historia. 

Pero lo dicho, no hay producto artístico que te libre de sentir. 

Había muchas salidas en el techo y rejillas en el suelo. Paradójicamente, había una toma de agua, nunca había pensado que sí habría una toma de agua en unas duchas que no eran tales. Claro que esa toma estaba a una altura que haría imposible que alguien se lavara con el agua que de allí salía. 

No sé que pensé exactamente, era algo más parecido a recordar, con la dificultad de que era un recuerdo no vivido. Sólo sé que quería tirarme al suelo a llorar pero que no lo hice. Cuando sentí que me temblaban las piernas, quise salir fuera por un irrefrenable deseo de vomitar el desayuno. Tampoco lo hice. Lloré, escasamente y en silencio. Aturdida, salí con calma y por suerte, allí al lado había un baño muy a propósito. Pese a las náuseas, el desayuno se mantuvo en mi cuerpo y yo me lavé las manos, el cuello, me mojé el pelo, como si pudiera quitarme algo que parecía haberme manchado. En estas, entró una chica, descompuesta, con una ansiedad tal que hasta le dificultaba el llanto. 

Con torpeza, aumentada por el inglés, intenté consolarla, aunque este tipo de tristezas son de las que tienen poco consuelo. Esa chica era un reflejo de mí, de cómo me sentía… Mi aparente calma y su desborde de emociones parecían diferenciarnos en apariencia, pero en el fondo yo sabía que nada era distinto. No era que yo empatizara con ella y ambas con lo que había ocurrido allí, era simplemente dolor, puro y duro; de ese que cada cual lleva como buenamente puede. 

No soy ni la primera ni la última persona de este mundo que ha visitado un campo de concentración, y por eso no es que quiera dotar a mi visita de un carácter de revelación o inspiración que además de artificial, es inexistente. Sólo es que cada vez que mentalmente vuelvo a Dachau, recuerdo como me sentí, la mezcla de dolor, asco, rabia, las ganas de valorar el regalo que puede ser la vida y el infierno en que jamás debe convertirse. 

Solemos vivir sin capacidad para discernir lo serio de lo importante, lo duro de lo grave. 

Por una amiga me entero de una terrible circunstancia de una profesora a la que ambas admirábamos, y ahí vuelve a estar esa bofetada de medida de las cosas en esta vida desmedida por pura estupidez. 

Esta semana el paro sigue ahogando a un alto porcentaje de personas de este país. El terrorismo machista ha seguido cobrándose víctimas, el pacto contra la Violencia de Género ha sido rubricado y aprobado, quedando aún a años luz de lo que sería preciso regular, y no sólo a nivel económico, donde ya directamente este acuerdo se convierte en una charada desagradable. 

Todo lo grave ha sido sepultado, empañado o eclipsado por el 1 de Octubre. El 1 de Octubre ha sido una brutal representación de la gilipollez que el ser humano puede alcanzar en este rincón del globo. Hemos visto todo el abanico de los despropósitos que caracteriza a este pueblo fratricida y cainita. Pudimos comprobar como sigue vigente la definición de Max Weber, quien dijo que el estado es el organismo que posee el legítimo uso de la violencia. Hemos escuchado y leído despropósitos como para perder la razón. Y en medio de todo esto, más que los futbolistas que lloran o los políticos inútiles, a mí me preocupa, me angustia y me enrabieta que estemos perdiendo el sentido de lo importante, que estemos ignorando la vida que se nos va, llena de cosas que importan, que merecen la pena y que, estúpidamente, quedan oscurecidas por el 1 de Octubre. 

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...