mercedes-serrato-6-febrero-2017

Como el nacionalismo a gran escala me da pereza, o miedo, o quizás grima, suele costarme esa desaforada defensa, sin más adjetivos calificativos, que intenta elevar a toda costa el «cine español».

Me cuesta eso porque pese a toda la defensa que necesita nuestra cultura patria, no sólo la relacionada con lo audiovisual, creo que en esa reivindicación algo vacía, nos llevamos por delante a quienes no debemos y dejamos en el camino a muchas cosas y personas.

Me explico, o al menos lo intento: cuando defendemos que hay que ver cine español ¿a qué nos referimos? ¿a la siguiente entrega de Torrente? ¿a la superproducción del director de moda que de española no tiene ni intérpretes ni localizaciones? ¿o a lo que nos digan en el telediario de alguna televisión privada que hay que ver porque su grupo se ha dejado la pasta en esa producción?

Hace unos días tuve la inmensa suerte de acudir al preestreno de una película, que además de española, me pareció interesantísima. Se llama «Ira», y el contado puñado de personas que acudimos a la cita, salimos de la sala pensando que habíamos asistido al visionado de una historia muy interesante, de esas que te hacen pensar y que no parece que hayan sido rodadas con la intención de entretener al público durante dos horas con la primera chorrada que se les ha pasado por la cabeza.

Hay quien no quiere que el cine les haga pensar. Lo respeto aunque no lo comparto, no al menos la mayor parte del tiempo. Como cualquiera, tengo momentos frívolos como para recrearme en la belleza de un número musical en un atasco, claro; pero la mayoría de las veces, prefiero tener por delante un reto que me ponga a trabajar las neuronas, que me sitúe en cuestiones, momentos y preguntas que a veces ni me había formulado.

Ira plantea interesantes debates en torno a la justicia, la ley, la vida, la muerte y el sistema. Cuestiones sobre las que tenemos opiniones claras y férreas a primer golpe, y que matizamos y desdibujamos a medida que confrontamos espejos multiplicadores de opciones.

Además de esto, el formato es tan interesante, que se te pasan los minutos volando.

Y pensarán ustedes, con toda la razón: Entonces ¿de qué se queja si la película es una bicoca. 

Pues me quejo de que tal vez muchas personas se van a perder esta proyección, porque no cuentan con el respaldo de uno de esos grupos que comentaba, y al no ser su director un personaje popular, tampoco creo que lo vean camiseta en ristre por los platós de los programas punteros.

El cine español adolece de muchas cosas, pero no de un definido sistema de castas. Un proyecto pequeño, por inteligente y fresco que a mí me parezca, necesita un golpe de suerte bien grande para situarse en los primeros puestos taquilleros.

Pero si se animan y corren, antes de que la quiten, acudan a verla. No les dejará indiferente ni pensarán que han tirado el dinero de la entrada. Les recomiendo una peli de cine español, por supuesto, pero sobre todo les estoy recomendando una película de cine del bueno.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...