mercedes-serrato-26-06-17

No sé si a todo el mundo le pasará, pero a mí me cuesta especialmente encajar cualquier tragedia o desgracia que ocurra en un sitio que conozca o he visitado.

Es un sentimiento muy básico y probablemente muy pueril, como si nada malo debiera ocurrir donde tú has disfrutado de manera despreocupada.

Me ha pasado eso con varios atentados, con algunos accidentes, y ahora, como no, con incendios.

Antes de terminar febrero, por cuestiones singulares, recorría Portugal por las pequeñas carreteras pintorescas que han sido un desastroso final para tantas personas la semana anterior. La verdad es que aquello me causó mella por tratarse de una cara portuguesa diferente a la que conocía; más alejada de la proyección turística que me es familiar en el país vecino.

La sensación algo claustrofóbica, como de que circulas por un laberinto perdido, estaba presente en todo momento, así que no quiero ni imaginarme el horror que ha sido vivir un incendio por aquellos parajes.

Y ha sido volviendo de Portugal, esta vez de la bellísima Tavira, cuando desde la carretera se veían claramente los efectos del fuego, el humo que teñía el horizonte como si jamás fuera a desaparecer, el corte de una carretera que debía evitar males mayores.

Es especialmente doloroso pensar que no es descabellado que haya un motivo económico y político tras esto; si es que alguna vez eso se esclarece. Es muy triste ver arrasados paisajes que están en muchos momentos de nuestros recuerdos. Es desgarrador que te cuenten que han perdido más de treinta años de vida al quedar arrasado su lugar de vacaciones, junto con cosas materiales que allí se tenían y que se intenta pensar que son lo de menos después de que se pudo poner la vida a salvo la madrugada del domingo.

También ha habido fuego en Guadalcanal y Alanís, y empieza a parecer que jamás visitarás un sitio que permanezca inasequible a la desgracia por mucho tiempo.

Hay que asumir que la vida pasa, las cosas pasan. Que nada en este tiempo de locura y despreocupación de los poderes públicos va a permanecer a salvo sólo porque lo deseemos.

Las cosas son evitables hasta que no se trabaja por ello, y ya ni en la calma de Doñana o las playas de su entorno se podía estar a salvo.

Vengo pensando en los maravillosos rincones del Algarve que he podido visitar en estos días, y me pregunto cuánto tardará en ocurrir algo por allí.

Casi es bueno para mí no tener descendencia, porque visto lo visto, me pasaría el día hablándoles de un mundo que ya no existe, tratando de enseñarles unos lugares que jamás serán como yo los conocí; repitiendo una y mil veces que en otro tiempo, parecía que nada pasaría, hasta que pasó.

Y ahora, a hacerse la foto, Díaz, Zoido y el que se tercie. Nada sería lo mismo si estas catástrofes no fueran el fondo ideal para vender un lado humano y compasivo que, según creen, les darán los votos que harán posible que estas cosas sigan pasando.  

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...