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Superando la desgana vital que nos atenaza, como comenta Francis Segura en la última crónica de estos días, yo, tras sesudos análisis y tertulias de barra que han averiguado todo lo averiguable y arreglado todo lo arreglable, yo, como decía, vengo a hablar de una cosa que me toca el alma de manera literal.

Cuando una no es de una hermandad de estas de más de diez mil almas, se acostumbra a esa segunda división a la que nos relegan los masmedia de lo cofrade. Vamos, somos una minoría que suma tantas personas que es una rotunda mayoría, pero eso pasa en todos los casos, no es una exclusiva de este ámbito.

Pues como decía, nos acostumbramos a nuestro lugar, y oigan, no es incómodo. Estas hermandades tienen una familiaridad y una cercanía como de pequeña sociedad que supongo, se echará en falta en corporaciones más grandes, organizadas con estratos sociales más amplios. Sólo lo supongo, porque además de San Esteban sólo soy hermana de la noble Hermandad de Ntra. Sra. de los Reyes, patrona de Los Sastres, y ahí tampoco nos contamos por miles.

Las hermandades se eligen por motivos diversos, cuando no son estas las que te eligen a ti; tal es mi caso. Y en este ejercicio de coherencia, te acostumbras a no ser la más nombrada en los pregones, ni la que copa las tertulias mediáticas con sus problemas de recorrido o tránsito: más bien salimos a la palestra cuando hay algún escándalo de magnitud reseñable, nuestro día a día en sí no importa como para prescindir de la miseria informativa.

También sufrimos un gran número de errores, que se achacan a la cantidad de corporaciones que hay en la Semana Santa, y que comienzan a ser pobre excusa cuando asumes que a corporaciones de gran tamaño y renombre no les cambiarían datos en informaciones diversas ni les racanearían tiempo o espacio informativo. 

Pero con respecto a San Esteban hay un error recurrente desde que tengo memoria, que me lacera la vesícula especialmente. Desde que tengo uso de razón, veo como en programas de mano, programas de radio, informativos, libros y cualquier lugar donde se hable de esta corporación y el templo en que resida desde su fundación, no se la sitúe en la calle Águilas.

La calle Águilas, que es muy preciosa, muy bonita y muy querida, estará como a cien metros de la Iglesia (que no parroquia) de San Esteban, que para colmo de simpleza, se ubica en una calle homónima. Templo, calle y hermandad se llaman igual, San Esteban, tan simple como la tabla del cero.

En San Esteban está la iglesia, la ojiva y la ventana. Es tan simple que aún no sé como periodistas, tanto que peinan canas como de exultante juventud, aún siguen refiriéndose a la «cofradía de la calle Águilas», retransmitiendo que «se abren las puertas en la calle Águilas» y no sé cuantos despropósitos más.

Y eso que no pido mucho, que la puerta por la que sale la cofradía es la lateral, cosa que evidentemente, se ignora tanto como que la puerta principal es la de la calle Medinaceli. 

Como podrán imaginar, he recriminado, corregido y afeado este error siempre que he podido a personas diversas. Jamás nadie me ha admitido su ignorancia. España es un país donde antes que admitir que no sabes algo prefieres cortarte una mano.

Me han dado todas las excusas posibles: «Lo he dicho así para que no sea cacofónico»  Muy trabajada pero no. «Es que Águilas está muy cerca» Pues más cerca está la Plaza de Pilatos o Recaredo y no la confundes. «Es que Águilas es una calle muy vinculada a la hermandad» Más vinculada está Cristo del Buen Viaje y dudo que sepas situarla en el mapa.

La cosa es evidente. Se desconoce porque no interesa conocer, se ignora porque no se tiene la grandeza de consultar, y se escurre el bulto porque la falta de profesionalidad tiene esos extremos, y en detalles tan pequeños como este se nota mucho la calidad del paño.

¿Les parece un cabreo desmedido el mío? Cojan esta columna, multiplíquenla por casi tres décadas de indignación y les parecerá que mucho he aguantado.

Hace unos días el dueño de Remo le comentaba a una compañera vía twitter que él no escribe columnas, sino artículos, que lo del columnismo quedaba para Madrid pero que aquí teníamos otro paladar.

Yo, en vista de esta pieza, prefiero alinearme con el bando mesetario columnero, porque si de paladar se trata, no es que me esté luciendo.

No me gusta que esta página sea como el chiste del niño arañado y el gato, ya saben; pero hay veces que si no pagas el mosqueo aquí, con su poquito de repercusión, es que no te queda otra. 

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...