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Volvimos al 28F. En los colegios pintar banderitas, pan con aceite, acueducto festivo y el himno, que no nos falte. Lo demás, descendencia predilecta y medallas, aleccionamiento de la señora Díaz para recordarnos que no se puede vivir en las palabras de Sabina por siempre.

Empecé, hace ya muchos años, en mi adolescencia, por no cantar el himno. No se debe repetir mecánicamente algo sin cuestionarlo, analizarlo o pensarlo; y cuando yo repasé ese puñado de estrofas, salvaba un par de ellas, con el resto ni tenía nada que ver ni encontraba consenso alguno. No es que destierre a Blas Infante de todo esto, en absoluto, sólo que han pasado los años, los avatares, las lluvias, y ya poco de este «ahora» tiene que ver con el «entonces».

Después, fruto del análisis antropológico, de horas de clase, de darle vueltas, de leer y releer, terminé por sentirme más unida al 4 de Diciembre que a la jornada de ayer. Y es que aguantar en lo que han convertido nuestro día autonómico, es mucho ya… Detesto que Susana Díaz o Juanma Moreno quieran vendernos que somos el ejemplo del consenso autonómico, como si nos convirtiéramos en la borregada admirable que no molesta, que permanece calladita y no olvida el «por favor» o el «gracias». Si les queda algún resquicio de dignidad, dejen esa milonga, pónganse a pensar en otro cuento que vender, y respeten que no queramos ser ejemplo para nadie, que con lo nuestro tenemos de sobra.

A Andalucía nadie le ha regalado nunca nada, jamás. Ni Ortega y Gasset, maldita sea su memoria, ni el cruel franquismo, que ridiculizó nuestras costumbres, deslocalizándo muchas de ellas para convertirlas en patrimonio nacional, de modo y manera que nuestro orgullo se diluyera en el maremagnun de esa una, grande y libre que jamás fue tal cosa.

Ahora sin embargo, nos reconducen ese orgullo, nos lo dirigen. Debemos sentir orgullo de ser destino turístico, de ser el último bastión socialista, orgullo máximo de no ser Cataluña… ¿Se están riendo en nuestra cara o sólo me lo parece?

Debemos sentir orgullo de no habernos rendido, ante un sistema que sólo nos alienta a tirar la toalla y vivir del cuento. Debemos sentir orgullo de los aportes culturales que hemos parido y de los que vendrán. Debemos sentir orgullo de que un día supimos plantar cara, aunque ahora ese 4 de Diciembre quede demasiado lejos en la amnesia de demasiada gente.

Y lo sé, el Segura les dio una murga parecida el viernes, luego las publicaciones de ayer, y ahora, cuando querían olvidar las pamplinas que hemos tenido que tragar en nombre de la verde, blanca y verde, llego yo, con quejas, con críticas, con recuerdos molestos y un presente descorazonador. Que puedo decir, el columnismo tiene una parte de exorcismo, y a ustedes les toca lo que les toca.

Tal vez, algún día todo esto sirva para que esas palabras de Jesús Bienvenido no sólo resuenen en las paredes de mi habitación, donde el CD de La Comunidad es como un mantra. Ese día, todo el mundo sentirá el orgullo de lo bueno y lo malo que implica haber nacido en este rincón del mundo, y nos riamos al pensar cómo se las van a apañar en la piel de toro cuando cojamos la puerta…

Hasta entonces, mientras Europa se llena de au pairs con nuestros acentos, Lorca reposa nadie sabe dónde, y Sabina nos reconforta el alma, yo busco y rebusco algo que celebrar.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...