mercedes 26 oct

Desde que tengo memoria he hecho preguntas. Aquella mañana de domingo en la que el sol ya picaba, mi curiosidad fue a parar al volumen de El País, inusitadamente delgado.

La respuesta rayaba en lo obvio: ¿Qué esperabas? Ya ha salido todo lo del GAL, Filesa, han cogido a Roldán, ya no hay noticias…

La verdad es que tener una primogénita como yo ha debido ser complicado por muchísimos motivos, pero lo de mis preguntas merecería un capítulo propio, o varios. Años antes de la mañana del periódico delgado ya venía arrastrando una ristra considerable sobre esos temas: ¿Quién es Barrionuevo? ¿Dónde está Laos? ¿Quiénes eran Lasa y Zabala? ¿Aznar le va a ganar a Felipe?

Es corriente que los adultos te respondan: Cuando seas mayor lo entenderás. Tengo la suerte de que en mi casa se me intentaban dar respuestas de más calado que esa; por suerte también, la radio, la televisión y esos sempiternos periódicos producían un nivel de información que se me escapaba a veces de las manos, porque sí, algo había de cierto, cuando fuera mayor iba a entender más cosas, aunque también puede que no.

Al Norte de una ciudad que a veces parece vivir en el paroxismo del ombliguismo, pude ver una de las producciones que más me han llamado la atención en los últimos años. Ya había visto dos obras de Teatro del Barrio, ambas bajo la responsabilidad de Alberto San Juan, pero esta ha superado lo que esperaba.

Ha sido como devolverme a esas preguntas con respuestas que se me escapaban siendo niña, y que ahora, con mi penetración de adulta, intento desmenuzar hasta el límite de lo reducible.

El trabajo actoral es impecable, sobre todo en los acentos, ¡bendita gente con método y acentos trabajados! Deberían aprender más de uno y una…

Pude revivir esa noche en casa, cuando en pijama y bata, Iñaki, siempre Iñaki, entrevistó al presidente del gobierno con un rigor que casi hizo de aquello un interrogatorio. Obviamente no entendí nada aquella noche. Mi pequeño mundo de niña que quería ser adulta se tambaleaba, en una casa socialista, como tantas de aquella época, hasta yo percibía que algo no iba bien, que matar a terroristas no estaba bien, y que había cosas muy fuertes como para poder entenderlas.

España no ha cambiado tanto. Seguimos siendo un pueblo cobarde, sin autocrítica ni arrestos para mirarnos al espejo. ¿Cuántas películas han visto sobre el Watergate? ¿Y en cuantas producciones sale como un tema colateral? Ni el mismísimo Forrest Gump permaneció ajeno. Pero aquí vamos por detrás de nuestra propia sombra… Si no hemos logrado aclararnos con la Guerra Civil ¿cómo vamos a desentrañar los ochenta y noventa?

Vera admitió hace algunos años que él volvería a hacer lo mismo, aunque con otras personas. Pero también incidía en algo curioso; la guerra sucia contra ETA ha existido con más nombres y ha contado con la organización o tolerancia de más gobiernos y más grupos políticos. Podemos devanarnos los sesos, pero nunca tendremos todas las respuestas, y eso es lo más frustrante de todo.

En la obra, el personaje de Rubalcaba dice algo inmensamente cierto: Da igual lo que se haga, porque la gente de izquierdas siempre tenemos el mismo problema, la puta conciencia. Puede que la conciencia sea un freno y un acicate, puede que esta obra de teatro sea una conciencia común expuesta a la luz… Pero si hay alguna verdad en todo esto, es que las haga quien las haga, no existen las guerras correctas.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...