En un intento de ser una columnista comprometida con el interés general y concreto, con larabiosa actualidad y todo el rosario de tópicos que deben ser doctrina de quienes escriben opinión, tenía pensado consagrar este Graderío a Cataluña y sus elecciones, pero ahora que me enfrento al temido folio en blanco, no lo veo del todo posible.

Y pensarán ¿no lo ve posible por la dificultad del temible análisis que las elecciones catalanas suponen? No, y que no se entienda como falta de modestia, pero en la mayoría de los casos la dificultad me parece más un atractivo añadido que un motivo para desistir.

No lo puedo evitar, el tema electoral catalán se me ha hecho tedioso, aburrido, inaguantable.

Ni en las clases de Matemáticas más insufribles sentí este hartazgo; en ellas al menos me esforzaba en intentar comprender a un profesor que parecía hablar otro idioma, en esto ni eso me motiva ya que el catalán además de comprensible, me resulta una lengua algo bizarra.

Creo que nos merecemos un descanso, en serio. Respeto las autonomías, las elecciones, el derecho a decidir, el derecho a equivocarse, incluso intento respetar a quienes dicen que el nude es un color, pero por lo que más quieran, un respirito. Ya todos sabemos quién es quién y qué quiere cada cual, la ideología que se estructura en el dinero y las pataletas instrumentalizadas.

Las extrañas parejas de cama que han salido de las urnas me habrían hecho sonreír en otro tiempo, pero en este momento, ni ganas de eso me quedan… Allá se las compongan.

Si por alguien lo siento es por cierto sector poblacional. La ciudadanía catalana no sólo tiene que soportar que se digan barbaridades en su nombre, también han aguantado la campaña electoral más absurda de la democracia española, donde se ha hablado mucho de dependencia e independencia, pero apenas nadie ha presentado un plan electoral basado en las personas, y mucho menos lo ha dado a conocer; había mucho entretenimiento con las banderas como para preocuparse de sanidad y cuestiones mundanas de ese tipo.

Por si esto fuera poco, se ha alterado el ciclo de la oferta y la demanda informativa, de modo y manera que es casi imposible desinteresarse del tema. Proliferan espacios televisivos con pretensiones de rigor, información y servicio, que acaban siendo unos gallineros en los que se cacarea lo mismo de forma ilimitada y llega un momento en que no se sabe si se está viendo Sálvame o Al rojo vivo.

Con este plantel, se echan de menos las tertulias radiofónicas de siempre, con su tono monocorde, su cantinela algo manida, pero siempre en el sosiego de la disputa que falta en la televisión.

Así que renuncio a ser la sesuda analista política que nunca fui; porque con este panorama han conseguido que perdiera en la noche del domingo la guerra del mando a distancia… Yo quería ver a Alaska y su marido, que no son políticamente tan productivos como las noches de recuento, pero qué vamos a hacerle, acabando la semana, a mí, eso es lo que me pide el cuerpo.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...